o CARLOS
sin preocuparse de sus vecinos de mesa.
Pero estos puestos en curso por la buena
comida. y -las frecuentes libaciones á las
cuales se entregaban, no tardaron en su-
bir la voz; hablaban con volubilidad y el
vizconde no perdió una palabra de su diá-
logo '
Por aquel entonces el noble bandido tenía
'algo mejor que hacer que interesarse en
la charla de los extranjeros.
Preguntábase lo que le habría dedo
al compañero de la señorita Josselin.
Otro hubiera preguntado á los mozos del
hotel, pero el señor de Blaisois era dema. .
siado prudente para exponerse Á descubrir
el menor detalle, y esperaba que el azar
viniese luego á decirle lo que le interasaba
saber.
Los gritos de sus vecinos le. excitaban
atrozmente.
Después de haber hablado de sus respec-
tivos asuntos, de política y de las próximas
elecciones, los dos festivos comensales se
_ pusieron á contar algunas sorprendentes
- Aventuras que no dejan nunca de alegrar
la existencia de los señores comisionistas
de todos los Paises. de
Hablaban con la facilidad pe la charla
profesional, contando con convicción las his-
- torias más extraordinarias. :
El representante en gorras narraba con
- una prolijidad desesperante, la última des-
gracia de la cual había sido el héroe en.
- un hotel de Ohío,
—Imaginaos que los Loleisics: aprove-
chándose de mi sueño, fracturaron la puerta
¡de mi habitación y me robaron todos mis
trajes hasta los más indispensables... Yo
me encontraba en paños menores, y sin
un cuarto, sin más que unos calzonzillos
y 'un gorro de algodón!.... La situación VÍA
era embarazosa y otro que no hubiera sido
yo hubiera perdido. la cabeza.
Resueltamente el señor.
rigió al vizconde. LES
; -—¡ Esto es como lo cuento, señor! Me
contraba en el hotel Hancison poco des-
és en la situación de un bañista de Co-
"Island 4 la hora del baño, y os pre-
E carta ee á la metas Josselin.
e 2 hubierais. e en mi. lugar?
r hael se de
- —=¡No lo dudéis !..
SOLO
—¿Es á vos á quién ocurrió esa av
tura ?
—| Sí señor |
—¡Entonces sois vos también quien
saber como salísteis del asunto!
Tras esa respuesta tan significativa
vizconde puso su servilleta en la mesa
vantóse y estiróse sin o de:
dos viajeros. y
Estos se miraron un instante muy des
tentos.
—¡Poco cortés es el caballero!
Marshael.
—Todos estos Virginianos son lo mi
En cuanto tienen los «dollars» 4 montos
creen que el resto de los ciudadanos de l.
Unión es inferior... Yo conozco uno, al CU
cierta mañana ofrecí mis servicios... ]
esto no os interesal... ¡Si jugásemos:
«punk» al «poker»? :
- —Pienso que sería preferible dejar
' ponche para mañana?
—¿Qué habitaciones nos han dado?
preguntó el señor Daton.
a e AR y
—¿Al lado del hacendado de Richmond
que ¡aquí para «inter nos», debe ser 4
muy mal dormir.
—¡ Precisamente |
- El comisionista de vinos pda tomad
la pluma que le dió el dueño del Try
Hotel y se disponía á pones su ta
el registro.
Pero de repente, se arrepintió.
—¡ Vaya, no nos vamos á la cama si
haber bebido de una sentada, señor hos"
telero, una, botella de vino rancio, y.
mejor, brinidaréis con nosotros.
_ El dueño se retiró, para ejecutar la or
dejando el libro entre las manos. de 1
viajeros, : en
El señor Darton ajeovañó esta circu
tancia para sacar la carta ¡del bolsilh
comparar la escritura con una de las fi
- mas del registro.
——¿Y qué replsinbde el do Marsha
¡ . Las letras escritas €N
este libro por nuestro Tom Oliver, ofrecen
una semejanza sorprendente con los de :