Full text: Tomo 3 (03)

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luchas y que no está aquí para. participar 
del gozo y del triunfo. 
—¡ Juan de Kéradec! 
- —¡Pobre muchacho!... No volverá á ver 
ni á Francia ni á su madre. 
—¡Alabado sea Dios! ¡Era un bravo! — 
dijo Van Berkel descubriéndose. 
Todos siguieron el ejemplo del anciano 
boer. 
Hubo algunos minutos de un silencio re- 
ligioso, y, de aquellos generosos corazones 
se elevó una sublime oración para el va- 
liente oficial francés, obscuro soldado de la 
noble causa, de la cual tué el héroe y tel 
mártir. 
El ruido de una sirena sacó á nuestros 
amigos de los sombríos pensamientos en 
que los había sumido el recuerdo evo- 
cado por Arístides. e 
A un tiro de fusil, en alta mar, acaba- 
ba de detenerse «La Florida» majestuosa, 
con las chimeneas empenachadas de humo 
- El mar lucía como un espejo á los últimos 
rayos del sol que moría. 
La canoa se detuvo y quedó parada en 
la bahía: 
Una gran emoción 'invadía á los qu 
iban 4 marchar. 
Arístides y el señor Done ena ejem- 
E plo estrechando las manos a los burghers. 
—Mis bravos amigos, á. vosotros es á 
Ss quienes debemos. el éxito. de nuestra em- 
presa, ¿Cómo os daremos las gracias? 
E - —Acompañándonos, La Francia es hos- 
Eos pitalaria; seguidnos - E hallaréxs luna nueva 
| _patria—dijo Eustaquio Galimard. | 
¿Men Berkel movía la cabeza. 
—¡Nol—dijo—. La causa de la Ubertad : 
Z necesita de sus hijos. 
ee —Pero. esta guerra no puede durar... Pe 
eel Quién sabe? da sangre llama. A + 
Otas no cederán. 3 
: sii : Los vendadero 
desembarcar, 
CARLOS SOLO 
nunca. Eucharemos hasta el último homb 
gastaremos hasta el último cartucho... 
El señor Donegal aplaudió con trenes 
abiert 
el saco de los diamantes y tomado u 
La señorita Montecristo había 
puñado de estas preciosas piedras. 
—¡ Tomad, amigo!—dijo—. Es vuesti 
parte, 
Ven Berkel dió algunos pasos atrás. 
—Nunca, señorita, vuestros amigos 
combatido por nosotros, nos han ayuda 
tenemos que abandonaros., 
—Me entristecéis, señor Van Berkel. 
nefasta guerra ha cubierto vuestro país ( 
ruinas, Tomad estos diamantes; servirá 
para devolver á algunos compatriotas vu 
tros lo que la guerra les ha arrebata 
—En-ese caso acepto, señorita, no, 
mí, pero sí por mis desdichados herman 
La «cañoa acababa de abordar. 
John saltó á tierra, llevó la mano á 
kepis y saludó al señor Donegal. 
—¿ Cuántos pasajeros ?—preguntó. 
—Nueve, ; ; 
—Ocho solamente—exclamó Arístide 
- —No contando con el señor Done 
que es el dueño. 
—¡Perdón! No contando conmigo. 
— ¿Cómo Arístides? ¿Qué significa es 
—Esto significa que no marcho, ( 
quiero continuar haciendo mu oficio. 
estas bravas gentes... Este es mi gozo 
de dar este golpe. Y después que es lo 
voy á hacer en París? ¿Me espera alg 
¿Tengo quien piense en mi? ¿Quién 
cayera en mis brazos 
guntándome noticias sobre miis reuma 
mos ?... ¡No, no! sl _1dos, que. la telicid 
os espera, mientras que á mi... 
—Nunca permitiremos - esto, Arí 
Juntos hemos salido de París y junto? 
veremos á él. 
—Es soñe. «señorita, mi resolución: 
 
	        
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