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luchas y que no está aquí para. participar
del gozo y del triunfo.
—¡ Juan de Kéradec!
- —¡Pobre muchacho!... No volverá á ver
ni á Francia ni á su madre.
—¡Alabado sea Dios! ¡Era un bravo! —
dijo Van Berkel descubriéndose.
Todos siguieron el ejemplo del anciano
boer.
Hubo algunos minutos de un silencio re-
ligioso, y, de aquellos generosos corazones
se elevó una sublime oración para el va-
liente oficial francés, obscuro soldado de la
noble causa, de la cual tué el héroe y tel
mártir.
El ruido de una sirena sacó á nuestros
amigos de los sombríos pensamientos en
que los había sumido el recuerdo evo-
cado por Arístides. e
A un tiro de fusil, en alta mar, acaba-
ba de detenerse «La Florida» majestuosa,
con las chimeneas empenachadas de humo
- El mar lucía como un espejo á los últimos
rayos del sol que moría.
La canoa se detuvo y quedó parada en
la bahía:
Una gran emoción 'invadía á los qu
iban 4 marchar.
Arístides y el señor Done ena ejem-
E plo estrechando las manos a los burghers.
—Mis bravos amigos, á. vosotros es á
Ss quienes debemos. el éxito. de nuestra em-
presa, ¿Cómo os daremos las gracias?
E - —Acompañándonos, La Francia es hos-
Eos pitalaria; seguidnos - E hallaréxs luna nueva
| _patria—dijo Eustaquio Galimard. |
¿Men Berkel movía la cabeza.
—¡Nol—dijo—. La causa de la Ubertad :
Z necesita de sus hijos.
ee —Pero. esta guerra no puede durar... Pe
eel Quién sabe? da sangre llama. A +
Otas no cederán. 3
: sii : Los vendadero
desembarcar,
CARLOS SOLO
nunca. Eucharemos hasta el último homb
gastaremos hasta el último cartucho...
El señor Donegal aplaudió con trenes
abiert
el saco de los diamantes y tomado u
La señorita Montecristo había
puñado de estas preciosas piedras.
—¡ Tomad, amigo!—dijo—. Es vuesti
parte,
Ven Berkel dió algunos pasos atrás.
—Nunca, señorita, vuestros amigos
combatido por nosotros, nos han ayuda
tenemos que abandonaros.,
—Me entristecéis, señor Van Berkel.
nefasta guerra ha cubierto vuestro país (
ruinas, Tomad estos diamantes; servirá
para devolver á algunos compatriotas vu
tros lo que la guerra les ha arrebata
—En-ese caso acepto, señorita, no,
mí, pero sí por mis desdichados herman
La «cañoa acababa de abordar.
John saltó á tierra, llevó la mano á
kepis y saludó al señor Donegal.
—¿ Cuántos pasajeros ?—preguntó.
—Nueve, ; ;
—Ocho solamente—exclamó Arístide
- —No contando con el señor Done
que es el dueño.
—¡Perdón! No contando conmigo.
— ¿Cómo Arístides? ¿Qué significa es
—Esto significa que no marcho, (
quiero continuar haciendo mu oficio.
estas bravas gentes... Este es mi gozo
de dar este golpe. Y después que es lo
voy á hacer en París? ¿Me espera alg
¿Tengo quien piense en mi? ¿Quién
cayera en mis brazos
guntándome noticias sobre miis reuma
mos ?... ¡No, no! sl _1dos, que. la telicid
os espera, mientras que á mi...
—Nunca permitiremos - esto, Arí
Juntos hemos salido de París y junto?
veremos á él.
—Es soñe. «señorita, mi resolución: