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diccionario, no sabidas de nadie que digan de
él: ¡Cómo maneja la lengual ¡es hombre que
sabe el castellano! Porque aunque lo menos que
puede saber un literato es saber su lengua, esto
es, sin embargo, el ápice de la ciencia en el
país: y en cuanto usted vea que pasa por mucha-
- cho de esperanzas, vaya usted á viajar: esté us-
- ted fuera diez Ó doce años, en los cuales puede
vivir seguro de que se hablará de usted más de
lo que sea menester. Vuelva usted entonces: *
-reuna usted en un tomo alguna comedia; media
- docena de odas y un romancito: diga usted en el
- prólogo que las hizo en los ratos perdidos que
sus desgracias le dejaron libres; que las publica
por haber sabido que algunas composiciones de
ellas se han impreso en Amberes ó en América,
sin su licencia y con faltas, hijas de la injuria
de los copiantes, y que dedica usted «4 su cara
_ patria aquel corto obsequio, y déjelas usted co-
_rrer. No vuelya usted á escribir nada: silencio
o aristocracia literaria, y yo le respondo á usted
de que llegará una edad provecta oyendo repe-
tir 4 los pájaros: “don "Tomas, don Tomás, don
Tomás es un sabio“; y entonces ya puede usted
con seguridad darle al público comedias, folle-
tos, comentarios: todo será. bueno dera es de don
- Si usted no quiere hontá;. y sí sólo él corto
5 provecho que de aquí pue Je sacarse, es preciso
- tomar otro camino: póngase usted bien con los
cómicos; mantenga usted un corresponsal en
arís, y cada correo una comedia de Scribe, que
aquí las reciben con los brazos abiertos: busque
- usted medios de ingerirse en las columnas de
n periódico y diga usted que todo va bien, y
: todos somos unos santos; ajústese usted. con
que
un par de libreros, los cuales le darán á usted
inco lp e cada tomo de las no:
dad, señor Fígaro, que también ha dicho usted:
periódicos? —Sí, amigo mío, lo he dicho—-con
cluí conduciéndolos hasta la puerta y despidién.
dolos—; pero le aconsejaría de buena gana que
en eso de los periódicos no se fijase mucho, por-
que ya sabe usted que aquí no los hay siempre...
—Sí, es verdad, es una casualidad el haberlos.
—Así lo mejor será que se atenga á mis demás
consejos, Este es el camino. | :
Don Timoteo ó el literato.
Genus irritabile vatum ha dicho un poeta la-.
tino. Esta expresión bastaría á probarnos que el
amor propio ha sido en todos tiempos. el prime
amor de los literatos, si hubiésemos menester
más pruebas de esta incontestable verdad que la
simple vista de los más de esos hombres que
viven entre nosotros de literatura. No queremos
decir por esto que sea el amor propio defecto
exclusivo de los que por su talento se distinguen:
generalmente se puede asegurar que no hay na-
da más temible en la sociedad que el trato de
las personas que se sienten con alguna superio:
ridad sobre sus semejantes. ¿Hay cosa más inso-|
portable que la conversación y los dengues de
la hermosa que lo es á sabiendas? Mirela usted
á Ja cara tres veces seguidas: diríjala usted la
palabra con aquella educación, deferencia 6 pla-
cer que difícilmente pueden dejar de tenerse
hablando con una hermosa; ya le cree á usted
su “don Amadeo“, ya le mira á usted como
quien le perdona la vida. Ella, sí, es amable, es.
un modelo de dulzura; pero su amabilidad es la
afectada mansedumbre del león, que hace sen-
tir de vez en cuando el peso de sus garras; es
Gap compasión que nos dispensa.
- Pasemos de la aristocracia de la belleza /á la
- de la cuna. ¡Qué amable es el señor marqués,
- qué despreocupado, que llano! Vedle con el som-
dl brero en la mano, sobre todo para sus inferiores.
Aquella llaneza, aquella deferencia, si. _ahonda-
mos en su corazón, €s una honra que | lcree dis-
- pensar, una limosna que cree hacer al plebeyo.
Trate éste diariamente con él, y al fin de la jor-
nada nos. dará noticias de su amabili ad: oca-
- siones habrá en que. algún manoplazo feudal le
a haga recordar con quién se las ha. |
No hablemos de la ps del dí o,