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FOLLETIN DE EL MERCANTIL VALENCIANO
Y haciendo un gesto de desdén, aña-
dió:
—Pero ruego a usted que tome asiento;
la, discusión promete ser larga.
El marqués procuró. disimular el mal
efecto que le bebían causado las pala»
bras del conde y se sentó en una
buláta
junto a la chimenea; el conde ocupó
ctra y esperó a que su suegro volviera
a tomar la palabra.
—Usted me permitirá — dijo con Pa-
blo — que para tratar de un asunto re-
ciente me remonte nada menos que al
año 1793,
—No comprendo...
—Necesito pr obar a usted, señor conde,
_que bajo estas cañas que cubren mi ca-
beza hay aun algo de virtud, y que por
nada del mundo faltaría a la verdad el
marqués de Malfi.
"Nunca, he dudado de ... caba.
Hero, :
Sin embargo, al oír la relación que
en breve voy.a hacerle, dudará usted,
porque para restablecer la verdad de Jo.
e ayer pasó en mi casa es preciso que
estruya la calumnia de un- miserable,
bro no adelantemos los acontecimien-
tos; voy, con el permiso de nia, a mi
hipiobtd del año a
El conde hizo un movimiento. para . de-
mostrar su iros y guardó has
A cio
-—El año 1798 dos nobles. españoles se
ob encontraron una noche en París después
ode. «uno de'aquellos 'días de sangre en
que la guillotina había hecho rodar una
: veintena de cabezas. Aquellos dos nobles
eran amigos, y ambos abogaban por la.
- causa de la monarquía; uno de ello3 ne-
| cesitaba dinero y empeñó al otro la ma-
yor parte de*sus fincas de España por
una cantidad, y para acreditar el prós=
_tamo le hizo un recibo; el noble que re-
-. Cibió el dinero era uno de mis antepa-
sados, y llevaba el mismo titulo que yo
q el noble que prestó el dinero era.
Ino- de los abuelos de usted, señor conde.
—Pero, ¿a qué”
que mi modesta quinta de Carabanchel,
donde pensaba acabar mis días; pero he.
=vistó, señor conde, que ni aun esa casa
e hacer historia? '
puso Alejandro con algún disgusto.
en la cartera del malogrado conde de
Sau Marino; pero mi ilustre antepasado.
dejó consignada su deuda, marcando el
rédito que debían pagarse por interés.
Luego pasaron muchos años y nuestros
progenitores entablaron, un pleito rui-
duso que produjo muchas ganancias a
los letrados y muchos disgustos a nues-
tra familiaz pero un día, regisirando yo.
con mi abógado el archivo de mi fami-
ia, encontré la relación, escrita de pu-
ño y letra de mi abuelo, que desvanecía
todas las dudas y colocaba el litigio en
condiciones muy ventajosas para el con-
de de San Marino; yo examiné con de-
tención aquel documento, y aunque me
privaba de toda mi fortuna, obedeciendo
más bien la voz: de mi conciencia que a
la» razón egoísta de mi provecho, desoí -
los consejos de mi abogado, que quería
inutilizar el documento, y se lo remití al
padre de usted como la única prueba que
le faltaba :+para ganar el pleito.
—Ese fué un rasgo de nobleza, señor.
marqués, que mi padre tuvo en gran
estima; y usted recordará que el día que
- tuve la dicha de llamarme esposo de su
« hija, mi padre quemó el documento y
concluyó .el pleito que tantos disgustos
había ocasionado a nuestra familia. Pero
no comprendo, en verdad, por qué ha:
traído usted a la memoria ' ese recuerdo
histórico.
.—Para probar a usted, señor sondas:
que el marqués de. aa nada. edo en
' el mundo. :
—¡Cómo! ; ] : mo
Me explicaré, Desde el tail: en
que mi hija dió a usted la mano de es-
yo me consideré sin más bienes
de campo me pertenece, puesto que no se.
me permite disponer en ella como dueño,
=¿Y quién le Secopido a aerea. mandar
en su casa?
-—He venido a cinta da de E
“quien me impide mandar. en > casa es
su hiia de usted, señor conde.
—¡Mi hija!—exclamó el conde, haci: n-
3 $ do un esfuerzo para. contenerse—. Veo,
caballero, que comenzamos a entrar en
“el punto. más desagradable de esta.
Mevista: Pong gana