EL ANGEL DE
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LA GUARDA
—Entonces, continuaré explicando el
objeto de esta visita. Usted comprenderá,
señor conde, que un noble arruinado es
cesivamente susceptible: si yo no tu-
ese la íntima convicción de que nada
oseo, tal vez pensaría. de otro modo; pe-
o al verme viejo y. pobre, confieso que
hiere mi amor propio la. menor exigen-
Cia, y muchas veces me he dicho: «¿Sa-
brá mi nieta que yo nada poseo, que to-
o cuanto aparece a mi nombre es de la,
exclusiva propiedad de su padre?» Por-
Que sólo así me explico el tenaz empeño
«que demuestra esa niña por matar las.
fecciones más gratas de mi corazón.
Juelvo a repetir a usted que los pobres
'scmos -muy susceptibles; y como yo por
ada del mundo sacrifico los afectos de
- alma; como yo, viejo achacoso, no
uedo vivir sin los filiales cuidados. que.
siempre me ha prodigado Margarita, esa
bre huérfana cuyo corazón late a im-
pulsos de la - gratitud, vengo a decir a
pea: señor conde, que puede disponer
e la quinta de Carabanchel, que no me
pertenece. Nada me importa dejar las
omodidades de un palacio por la estre-
hez de una, buhardilla, porque en la bu-
hardilla, siendo yo dueño absoluto de
ella, no se repetirán escenas tan des-
agradables como la de ayer, cuando la
hija de los condes de San Marino arrojó
por su capricho a las personas que el
marqués de Malfi recibe con cariño en .
ce casa.
El marqués hiso una pausa y se quedó :
Brico ¡a SU yerno.
: —Supongo—respondió el conde- -—que no
tendrá usted queja ni de mi paciencia ni
demi resignación. Desde el momento en
que ví la tarjeta que usted tuv la bon-
cad de remitirme anu! iciándoimo su visi-
la supuse que tera que e Ea E una.
mala causa. 3
—¿Por una mala. causa?
—Ruego a usted que me escuche con
calma, imitando mi conducta. Triste y
doloroso es para mí, como lo es para
la condesa, la tenaz. y parcial defensa
que de algún tiempo a esta parte hace
usted de esa muchacha, con la que, se-
gún creo, no le une Haga, lazo de ec
rentezco. 0)...
—He dicho, O que yo siempre
stoy dispuesto a defender la dies y
honradez.
“el que realizó: ayer
garita; pero permítame al menos de-
, Tender a mi hija.
—Es que la conducta de Emilia no pue-
de defenderla el conde de San Marino.
Alejandro se estremeció; una mirada
altiva brilló en sus ojos y repuso:
—En verdad, señor marqués, que se
necesita-toda mi paciencia y todo el res-
peto que usted me inspira para escuchar
resignado las: palabras que acaban de
asomar a sus labios. : /
—Estas palabras son dictadas por mi
conciencia y por la justicia. ¿Sabe usted
la verdad de-lo ocurrido ayer en mi
casa? ¿Sabe usted por qué Margarita y
Magadalena abandonaron mi quinta, de-
jándome en el mayor desconsuelo? Pues
bien: voy:a decírselo, y después el pa-
dre reprenderá a la hija o la detenderá,
faltando a la justicia.
Er conde volvió a estremecerse ds nue-
vo; se comprendía la gran violencia que
se veía precisado a hacerse para 'escu-
char con calma las dios Pus del
marqués. oi
—En primer hal — CIA a. decir 4
.don Pablo con resolución' —, Margarita,
al abandonar la quinta, no bizo otra cosa
que obedecer una orden dada por Emi:
lia, pues por un acto de extremada deli--
cadeza prefirió vivir del preducto de su
trabajo a causar la menor molestia. lil GE
que ella Jlamaba su señorita, tolerando
con santa resignación las frases altivas
que más de una vez. le había dirigidó:
para obligarla a que se marchase. de.
casa, sin que nunca estos ultrajes la
arrancaran una sola queja. La- infeliz,
“accediendo a mis ruegos, fué ayer a pa-
sar conmigo! el día en la quinta de Ca-
rabanchel; la fatalidad hizo que también
fuese Emilia, y al encontrarla en el: jar-
«dín, y al ver, por decirlo así, que Había: 4)
desobedecido sus órdenes, tuvo el atre-
vimiento de arrojarla de mi casa de un
modo ignominioso, cruzándole ee rostro. E
con el látigo que llevaba en-la mano.
—Pero. eso no es cierto, señor marqués.
-—He ahí el error, cabaliero. Usted ha
dado crédito a la declaración de un la-
- cayo que ha desfigurado los hechc”, pora, a
que en la noble alma de usted no puede
“caber la idea de que una niña de dieci-
siete años cometa un acto tan cruel como
imilia.. -Magdalen
deb ciuda €