Full text: Tomo segundo (002)

EL ANGEL DE 
LA GUARDA 2 O 
  
bre y honrada viuda, a la que yo paso 
una mensualidad; alí podremos vernos 
sl que nadie nos moleste; ella está ens 
ferma y yo voy á verla con alguna ffe- 
cúueñcias 
Espero que acúdirás a la cita; allí con: 
vendremos la manera de que volváis tú y 
tu madre a Carabanchel a vivir con mi 
querido abuelito el marqués. 
Té espera para darte un abraso tú 
amiga dé la infancia, que no se perdo: 
rará funca él haberte hecho derramar 
tantas y tantas lágrimas a ti, que eres 
un ángel de bondad y resignación, —Emi. 
tia. | 
-— Séría imposible deseribir el efecto que 
esta carta produjo en Margarita, 
Sus ójos se llenarón de dulces lágri: 
máé; su corazón palpitaba conmovido, no 
cansándoso sus labios de besar aquel pa- 
pel, que parecía devolverle la felicidad 
y la alegría. 
<¡Ohl ¡Béndita, bendita séa una y mil 
veces l=óxclamó Margarita juntando lue 
mános y alzando los ojos al ciélow., ¡Tú 
devuelves la alegría a mi conturbado es. 
píritul Yo acudiré á la cita, y después de 
_nuéstra rócónciliación, cuando cambie: 
mos nuéstro ósculo de par, la alegría del 
anciano y moble marqués de Malú será 
inmensa. A 
Márgarita dejó caer la frente entre las 
maños y lléeró, péro con ese llanto que 
refresca el alímá, que disipa la tristeza, 
que ahuyenta las nubes de la molanco- 
lía y qué nos hacé entrever un porvenir 
de felicidad. E 
Por segunda vez el timbra de la cam- 
panilla fué a interrumpir las dulces Mme- 
-—ditaciones de Margarita, que guardó 
precipitadamente la cartá eb un bolsillo 
de su bata y se dirigió a la puerta. 
Esta vez se hallaba tan preocupada, 
qué ni siquiera se le ocurrió mirar por el 
- Abrió la puerta y se encontró frente a 
frente con el conde de San Marino, | 
Margarita retrocedió asombrada; no 
esperaba aquella visita, y temió que la 
presencia de Alejandro en su casa fuese 
un huévo motivo de disgusto. . 
Alejandro comprendió son una sola 
mirada todo lo que sentía Margarita, y 
sonriendo bondadosamente entró en la 
habitación, diciendo: z 0 
No me esperaba usted, ¿no es vers 
O ARO a o ale 
La voz del conde erá dulce, cariñosa. 
Margarita hizo un esfuerzo para bere: 
naree, y sue labios se entreabrieroh para 
sonreir. 
“No esperaba tanta honra, señof con- 
de=dijo=, Y en verdad que siento que. 
no se halle mi madre en cása, porque 
hubiera sido para ella una inmeñsa ale: 
gría ver al señor conde de San Mariño 
en su humilde sotabanco. 
<¿Liego está usted sola?=preguntó el 
conde, fijando sus ojos en el rojizo burdo 
que el látigo de Emilia había dejado e 
el rostro de Margarita. 
Sola completamente, señor conde, 
—Tanto mejor, porque así podreni08 
hablar sin testigos imporftunos, pués ya 
comprenderá usted, hija mía, que ésta 
visita tendrá uñ motivo. os 
Margarita condujo al conde hasta la 
sala. Alí ocupó un sitio en el sofá, sen- 
tándose la joven a su lado. : 
¿Cómo siguen la señora condesa y la 
señorita Emilia?=preguntó Margarita. 
—=La condesa está un poco delicada, 
disfruta de poca salud; en cuanto a Eini- 
lia, glgue bien, y de ella vengo a hablar 
a usted. 
Aquí hubo una ligofa pausa. EE 
La situación era tan violenta para el 
conde como para Margarita. 
Por fin Alejandro dijo: 
Conozco, hija mía, qué tiene usted 
hartos motivos para estar enojada coñ 
Emilia; sé todo lo que entre ustedes há 
sucedido, absolutamente todo; y aunque 
me violenta y afiige la conducta de mi 
hija, me precio de hombre justo y vengo. 
aquí a poner término a una eltuación 
que no puede prolongarse por 1048 
tiempo. : 
Margarita escuchaba al conde con la 
frente inclinada sobre el pecho. 
Comprendiendo que la reconciliación A 
es imposible—añadió Alejahdro==, y qué 
desgraciadamente mi hija Emilia nunca 
verá con buenos ójos el cariño que a ús. 
ted profesa su abuelo el marqués de 
Malfi, ereo conveniente una separación 
amistosa; y si usted y su madre sé fées 
signaran a trasladarse a cualquier tapi. 
tal de provincia, yo tendría presenté ese 
sacrificio. A A 
—Ayer, señor conde-—respondió Mar. 
garita, la separación era indiepensable, 
pero hoy es ya inútil. a 
No comprendo... ya | 
Porque ayer me odiaba la señorita - 
Emilia y hoy me ama, como en otros 
tiempos más felices, pd e o 
El ángel de la guarda, —T, M.-1426 , 
 
	        
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