EL ANGEL DE
LA GUARDA 2 O
bre y honrada viuda, a la que yo paso
una mensualidad; alí podremos vernos
sl que nadie nos moleste; ella está ens
ferma y yo voy á verla con alguna ffe-
cúueñcias
Espero que acúdirás a la cita; allí con:
vendremos la manera de que volváis tú y
tu madre a Carabanchel a vivir con mi
querido abuelito el marqués.
Té espera para darte un abraso tú
amiga dé la infancia, que no se perdo:
rará funca él haberte hecho derramar
tantas y tantas lágrimas a ti, que eres
un ángel de bondad y resignación, —Emi.
tia. |
-— Séría imposible deseribir el efecto que
esta carta produjo en Margarita,
Sus ójos se llenarón de dulces lágri:
máé; su corazón palpitaba conmovido, no
cansándoso sus labios de besar aquel pa-
pel, que parecía devolverle la felicidad
y la alegría.
<¡Ohl ¡Béndita, bendita séa una y mil
veces l=óxclamó Margarita juntando lue
mános y alzando los ojos al ciélow., ¡Tú
devuelves la alegría a mi conturbado es.
píritul Yo acudiré á la cita, y después de
_nuéstra rócónciliación, cuando cambie:
mos nuéstro ósculo de par, la alegría del
anciano y moble marqués de Malú será
inmensa. A
Márgarita dejó caer la frente entre las
maños y lléeró, péro con ese llanto que
refresca el alímá, que disipa la tristeza,
que ahuyenta las nubes de la molanco-
lía y qué nos hacé entrever un porvenir
de felicidad. E
Por segunda vez el timbra de la cam-
panilla fué a interrumpir las dulces Mme-
-—ditaciones de Margarita, que guardó
precipitadamente la cartá eb un bolsillo
de su bata y se dirigió a la puerta.
Esta vez se hallaba tan preocupada,
qué ni siquiera se le ocurrió mirar por el
- Abrió la puerta y se encontró frente a
frente con el conde de San Marino, |
Margarita retrocedió asombrada; no
esperaba aquella visita, y temió que la
presencia de Alejandro en su casa fuese
un huévo motivo de disgusto. .
Alejandro comprendió son una sola
mirada todo lo que sentía Margarita, y
sonriendo bondadosamente entró en la
habitación, diciendo: z 0
No me esperaba usted, ¿no es vers
O ARO a o ale
La voz del conde erá dulce, cariñosa.
Margarita hizo un esfuerzo para bere:
naree, y sue labios se entreabrieroh para
sonreir.
“No esperaba tanta honra, señof con-
de=dijo=, Y en verdad que siento que.
no se halle mi madre en cása, porque
hubiera sido para ella una inmeñsa ale:
gría ver al señor conde de San Mariño
en su humilde sotabanco.
<¿Liego está usted sola?=preguntó el
conde, fijando sus ojos en el rojizo burdo
que el látigo de Emilia había dejado e
el rostro de Margarita.
Sola completamente, señor conde,
—Tanto mejor, porque así podreni08
hablar sin testigos imporftunos, pués ya
comprenderá usted, hija mía, que ésta
visita tendrá uñ motivo. os
Margarita condujo al conde hasta la
sala. Alí ocupó un sitio en el sofá, sen-
tándose la joven a su lado. :
¿Cómo siguen la señora condesa y la
señorita Emilia?=preguntó Margarita.
—=La condesa está un poco delicada,
disfruta de poca salud; en cuanto a Eini-
lia, glgue bien, y de ella vengo a hablar
a usted.
Aquí hubo una ligofa pausa. EE
La situación era tan violenta para el
conde como para Margarita.
Por fin Alejandro dijo:
Conozco, hija mía, qué tiene usted
hartos motivos para estar enojada coñ
Emilia; sé todo lo que entre ustedes há
sucedido, absolutamente todo; y aunque
me violenta y afiige la conducta de mi
hija, me precio de hombre justo y vengo.
aquí a poner término a una eltuación
que no puede prolongarse por 1048
tiempo. :
Margarita escuchaba al conde con la
frente inclinada sobre el pecho.
Comprendiendo que la reconciliación A
es imposible—añadió Alejahdro==, y qué
desgraciadamente mi hija Emilia nunca
verá con buenos ójos el cariño que a ús.
ted profesa su abuelo el marqués de
Malfi, ereo conveniente una separación
amistosa; y si usted y su madre sé fées
signaran a trasladarse a cualquier tapi.
tal de provincia, yo tendría presenté ese
sacrificio. A A
—Ayer, señor conde-—respondió Mar.
garita, la separación era indiepensable,
pero hoy es ya inútil. a
No comprendo... ya |
Porque ayer me odiaba la señorita -
Emilia y hoy me ama, como en otros
tiempos más felices, pd e o
El ángel de la guarda, —T, M.-1426 ,