EL ANGEL DE LA GUARDA
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EL Micaela la mejor da las E
Créame usted, general, debé usted car.
—sarse. El matrimonio es la felicidad; Ye
se lo aseguro,
—Voy siendo ya viejo.
-—No importa; precisamente para la.
vejez necesita el hombre una mujercita
ouc le cuide. Además, usted no ha cum-
-— plido aun los cincuenta años.
—Allá veremos, allá veremos, amigo
tufo—contestó riéndose el general—, áUun-
que creo que después de los cuarenta es
bastante dificil la entrada en el gremio.
Así continuó la conversación durante
el camino basta la llegada a la quinta
del marqués de Malí, en cuya capilla de-
A
bía celebrarse el matrimonio de. Miguel
y Margarita aquella mañana a las siete.
Micaela, como sospechaba Redondo, les
estaba esperando a la puerta, y después '
de dar un abrazo y un beso a su hijo y
estrechar la mano del general, dijo:
.—Vamos, vemos, que ya está todo el
múndo esperando; el señor marqués, que
el pobre ha madrugado hoy más que de
costumbre, porque quiere: presenciar la
ceremonia, el cura, los testigos y la no-
via, ¡Oh! Sobre todo la novia, que con
3u traje blanco y su corona de rosas está
que da envidia verla.
“El general dió el brazo a Micaela, >
todos $e dirigieron. hacia el palacio de
Malú.