Full text: Tomo segundo (002)

  
CA PITULO X 
A 
EL DIA MAS FELIZ DE LA VIDA 
—Vamos, despacha querido Vicente, 
despacha; te estás recreando con el arre- 
glo de mi persona con la misma compla-. 
- cencia que si yo fuera el novio. 
- —Y yo me gozo en contemplar al se- 
ñor marqués, que está mucho mejor que * 
algunos jóvenes de treinta años, 
.  —Te vuelves adulador, E 
. —Es que estoy contento. - 
-_—¡Ya lo creo! Como que tenemos boda 
en casa. 
—Hoy es un día feliz para todos. 
—Vamos, hombre, acaba, pues de un 
- momento a Otro han de llegar el novio 
y los testigos y no quiero que me e€n- 
—cuentren sin vestir. y 
Esta conversación mantenían el viejo 
- marqués de Malfi y su no menos viejo 
raayordomo y ayuda de cámara Vicente 
delante de un espejo de cuerpo entero, 
El marqués se había puesto su traje 
de etiqueta: frac negro, corbata y una. 
brillante placa de Isabel la Católica, de 
cuya orden era comendador. 
Hacía muchos años que 
-queta; así es que cuando decidió honrar 
con su presencia el casamiento de Mar- 
garita y Miguel, el sastre tuvo que ha- 
una hechura anticuada, 
—Vaya, ya hemos concluído, gracias 
a Dios. Ahora, vamos a ver en qué esta- 
do se encuentra la novia—dijo el mar- 
- cerle un traje negro, pues su frac tenía 
A a PS 
—¡Toma! Hace una hora que está ves- 
1 | 
tida y esperando. e E 
- —Como que la pobre no habrá dormi- 
do er toda la noche. : 
Y el marqués añadió: - 
--—¿Ha venido el señor cura? 
—Sí; antes de las seis. —. 
—¿Está corriente la capilla? 
partes. 00 
—Adornada de rosas y flores por todas 
| 1e el marqués . 
no se había ocupado de su traje de eti- 
“Buena contribución le habrán im- 
puesto Micaela y Magdalena al jardín. 
—No han respetado nada, señor. 
- —En fin, boy es preciso ser tolerante. 
Dame el brazo; tengo muchas ganas de . 
vera Margarita; debe estar hermosísima. 
-—Como un ángel, EAS 
El marqués salió de su habitación, 
apoyado en el brazo de su ayuda de cá- | 
mara. AS 
Margarita, Magdalena, Micaela y el 
sacerdote que debía bendecir la unión 
de los dos jóvenes, esperaban en el gran 
salón de familia de la quinta. E 
Margarita, al ver entrar al marqués, 
corrió a su encuentro y se arrojó en $us 
brazos. : e 3 
-—¡Oh! ¡Qué hermosa estás, hija mía, 
qué hermosa estás! ¡No tiens poca suerte 
el bribón de Miguel!-—dijo el anciano, 
besando la frente de la prometida esposa, 
_—Poco a poco, señor marqués—contes- 
tó Micaela en son de broma—. Mi hijo 
es un buen mozo, y puedo asegurar a us- 
ted que formarán una linda pareja, A 
Magdalena no cesaba de enjugarse los 
ojos viendo a eu hija. Su felicidad era 
tan inmensa, que para no ahogarse ne-. 
cesitaba llorar. o 
—¿Ha visto usted, señor marqués, qué 
bien le sienta a Margarita la corona de 
rosas blancas y el collar de perlas que 
usted le ha regalado?-—dijo Micaela. ps 
—Si el señor don Miguel Redondo, su 
hijo de usted, supiera lo que aquí le 
aguarda, no se retrasaría tanto—Tepuso 
el marqués. 
-——Aun no es tarde. Quedamos en que 
se celebraría el casamiento a las siete, 
Falta media hora. : ER 
Y Micaela, diciendo esto, se asomó al 
- Halcón, porque no tra ella la menos im- 
paciente por la tardanza de su Hijo. 
El marqués cambió algunas palabras 
en voz baja con el sacerdote, y mientras 
A 
 
	        
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