EL ANGE! DE
LA GUARDA 315
—Ahora—volvió a decir la directora—,
Pido a usted permiso para retirarme,
Pues tengo que hacer aun algunas com-
Pras y a las dos comienzan las clases
€n mi colegio,
, Margarita y Magdalena acompañaron
a aquella señora hasta la puerta, ofre-
Ciéndola ir al día siguiente a la hora
Convenida,
- —Ya lo ve usted, madre mía—excla-
Mé Margarita cuando es quedaron £o-
_las—; Dios se acuerda de nosotras, y
hos envía trabajo para que podamos
—Sanarnos el pan de cada día.
Magdalena abrazó a su hija.
La alegría y la satisfación rebosaba
£n aquellas dos almas sencillas,
—¡Oh! ¡Qué útil es recibir buena edu-
—Cación! — exclamó Margarita—. Nunca
Podré olvidar lo mucho que debo a mis
Protectores,
Pero estaba escrito que aquel día de-
bía ser de gratas emociones para Mar-
Sarita y Magdalena.
A las tres de la tarde volvieron a lla-
Mar a la puerta.
Era una señora pálida y delgada; pa-
_Tecía algo enferma, y en su mirada se
Notaba la debilidad de su cuerpo. Ves-
Ma de negro, como la directora del coule-
Rio, y preguntaba también por una pro-
Ysora de piano que se había anuncia-
do en el «Diario de Avisos»,
- Magdalena, que apenas podía domi-
Mar su alegría, introdujo hasta la sala
4 la señora.
-—Suponiendo que es usted la señorl-
' QUe ha puesto este anuncio en el
«Diario», quisiera que se encargara us-
ted de la educación musical de mi hi-
Nuestros lectores ya habrán sospe-
ado que la señora pálida no era otra
le Serafina, la amiga de Andrés de
Olmedo.
-_—No tengo inconveniente alguno en
fhcargarme de la educación de su hija
de usted—dijo Margarita.
—Entonces, espero que me diga cuán-
to ha de costarme la mensualidad a lec-
Ción diaria.
—Por eso no reñiremos, señora,
í in embargo, yo quisiera saber...
-—Ya ve usted, yo soy una profesora,
Por decirlo así, nueva, que busca discí-.
ulas y desea “adquirir una reputación;
tengo, por consiguiente, grandes pre-
tensiones, y aceptaré lo que usted quie-
ra asignarme.,
—Esa es una generosidad que me obli-
ga a decirle con franqueza que yo ten-
go consignados en mi presupuesto para
la educación musical de mi hija ocho
duros mensuales; pero ha de ser lec-
ción diaria, porque mi niña tiene ya
cnce años y medio, y quiero que duran-
te un año se dedique exclusivamente a
la música, para que cuando venga su
padre de América sepa tocar: algo de
provecho; y yo espero que usted lo con-
seguirá y sacará partido de ella, pues
aunque se crea una debilidad maternal,
mi hija tiene mucha pensairación.
—Yo haré todo lo posible por merecer
la confianza que usted deposita en mí.
—Así lo espero. Quedamos, pues, con-
venidas en que usted dará lección dia-
ria a mi niña, y yo entregaré a usted
el día último de cada mes ciento
sesenta reales.
—Como usted guste.
——Entonces no tenemos ya nada más
que hablar. Puede usted apuntar las se-
ñas de mi casa: no he traído tarjetas.
Vivimos cerca: calle de los Caños, nú-
meró..., piso segundo de la derecha;
rae llamo Serafina Mendoza.
Margarita anotó las señas en un pa-
pel.
—¿A qué hora irá usted mañana?
—De cuatro a seis de la tarde, y en-
tonces convendremos la hora fija para
los días sucesivos,
—Estaré en casa Arona a usted.
—No faltaré.
—¿Quiere usted que le pague Una
mensualidad adelantada? :
—¡Oh! No, señora; la cobraré a su de-
bido tiempo.
—Como usted guste.
La señora enlutada se
salió. :
Serafina no había producido. menos
efecto que la directora del colegio. ;
Cuando Margarita y Magdalena se
encontraron solas volvieron a abrazarse
de nuevo, cayendo de rodillas, excla-
maron a un mismo tiempo: ZA
—¡Bendito seas tú, Dios bueno y mi-
sericordioso, que no abandonas a aque-
despidió y,
los que de ti lo esperan todo! .
¡La buena fe de Margarita y Magdale-
na les hacía dar gracias a Dios por una
obra en la gue sólo e tomado aptos e
el sabio.