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CAPITULO
DONDE EL MARQUES PIDE HOSPITALIDAD A MARGARITA
La pausa duró escasamente dos mi
tos, No podía prolongarse más.
El marqués fué el primero que la rom-
bió, bien es verdad que todos miraban
on profundo .. a aquel venerable
'nciano.
Don Pablo se enjugó los ojos, miró a
largarita, que con la frente húndida
tre las manos se hallaba arrodillada
us pies, y dijo con profundo acento:
No hay necesidad de que pronun-
el nombre de tu calumniador; sé
lén es. Si no hubieran bastado mis
echas, me lo habrían dado a cono-
lOcer tus últimas exclamaciones,
Don Pablo respiró con fuerza.
Cía que faltaba aire a sus pulmones.
Soy impotente para vengarte, hija
Mía—añadió—; porque yo no debo he-
la carne de mi carne, ni derramar
sangre de mi sangre.
argarita se estremeció.
—Pero no importa—prosiguió de mar-
s—; lo que los hombres no castigan,
castiga Dios; toda criatura lleva den-
de sí el juez incorruptible que juzga
acciones, y espera las horas de la
he, las del silencio, las de la sole-
d, para arrojarle al rostro sus malas
nes; este juez se llama la concien-
a. ¡Dichosos. aquellos que no oyen nun-
aterradora voz! Un sabio, un filó-
Sofo ha dicho que toda criatura humana
a consigo misma el acusador y el
tusado. Tranquilízate, pues, hija mía,
1 que la inocencia triunfa siempre de
098 rudos embates de la malicia, la en-
dia y la perversidad.
marqués volvió a 'dotañersa. Se sen-.
atigado, y era que sufría mucho. en:
hi los instantes.
D pués continuó:
:l infame onliimidios. dice que. tú y
cuidas, me mimas, me finges cari-
» Bl eres mi Merida: ys sufres mis 0
Pp are- )
impertinencias, sin otro objeto que el
de que yo te deje una parte de mi for-
tuna. Pues bien: esa calumnia caerá
pronto por su base, y tú podrás demos-
trar al mundo que me amas sin interés,
y sólo por pura grandeza de alma, por
elevación de' pensamientos,
Y el marqués, levantando a la joven
y cogiéndola una mano, añadió, mirán-
dola con fijeza:
—Margarita: yo, el noble marqués de
Malí, que aunque aparezco inmensa-
mente rico ante los ojos de la sociedad,
no tengo absolutamente nada; yo, que;
soy mucho más pobre que tú, pues Ca-
rezco de juventud y de fuerza para ga-
narme el sustento con: mi trabajo; yÓ,
que nada poseo, pues toda la fortuna
que parece mía es de mi yerno el con-
de de San Marino, vengo a pedirte que
+ nie recojas en tu casa por el amor de
- Dios.
: Margarita exhaló un grito desde el
fondo de su alma.
exclamó.
— SÍ, hija. mía, sil ¡Pobre, como el
viejo desvalido que desde el quicio os-
curo de una puerta tiende avergonzado
la mano a los transeúntes durante las
horas de la noche. Nada tengo, nada po-
seo; vivo hace diecisiete años de la li-
_mosna que me pasa el conde de San Ma-
-rino, porque soy el padre de su mujer,
Yo vengo a pedirte un rincón en tu mo-
-desto hogar, un sitio en tu sobria y po-
bre mesa; y los calumniadores, al saber -
que tú me mantienes, que trabajas para
que este inútil viejo. tenga un pedazo de
pan que llevarse a la boca, confesarán
- que admiran tu virtud y tu abnegación,
-y que una joven tan hermosa no man=
tiene a un amante de ochenta años cuan.
do este amante se halla arruinado.
—Ah! ¡Bendito 5038, Dion míol—escla-
Si
——¡Usted! ¡Usted pobre,, padre míol= '