M. MOREL
Cuando llegamos a Lausana, a prinei-
pios de la primavera de 1895, el tribu-
nal federal de la Confederación Suiza
había completado ya el personal del tri-
bunal arbitral con la designación de M.
Morel, presidente próximo cesante de
aquel mismo, y de M. Broye, vice-presi-
dente entonces, Nuestras miradas, como
era natural, estaban fijas en las perso-
nas de estos magistrados y en la del
doctor Hafner, presidente de ambos
tribunales.
Era M. Morel un anciano de aspecto
venerable, de cabello enteramente cano
que caía sobre el cuello de su levita ne-
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