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era, a semejanza de la melena o peluca
delos pianistas, correctamente afeitado,
y con rasgos de hombre que acostum-
bra con centrar enérgicamente el pensa-
miento en una cuestión dada. |
Desde la ventana de nuestro estudio,
le veíamos seguir calle arriba al parque-
de Montbenon, en medio del cual se le-
'anta el palacio federal de justicia, casi
siempre solo, a las 9 de la mañana y «
las 2 y Y de la tarde, y regresar a las 12
y alas 6, esta vez, generalmente rodea-
do de otros jueces, que en la esquina
de la plaza de San Francisco se dis-
persaban, unos para encaminarse a su
domicilio, y otros para seguir depar-
tiendo en su café predilecto con el vaso
de cerveza por delante y el cigarro puro
de fabricación alemana en la boca.
M. Morel era tenido en el Tribunal
por hombre de vastísima erudición y. de