E ¿CULPABLE? 67
ansiedad, Paolina continuó hablándo-
me de todo su pasado, cuyo recuerdo
¡ay! permanecía harto vivo en nosotros.
Citaba nombres de personas conocidas,
anécdotas é incidentes de los cuales ha-
bíamos sido testigos. Aunque, desde
luego, lo sacaba á colación de manera
que su prometido no pudiera concebir
la menor sospecha de nuestra historia.
Desde el primer momento de nuestra
entrevista, yo no deseaba más que una
Cosa, alejarme de su lado, temiendo que
nos descubriéramos; pero su tacto y su
, osadía luego me prestaron ánimo, y
aunque Zoli la considerase autora del
- asesinato de Fred Ingram, yo me sentía
Obligado, á fuer de cómplice, á secun-
- darla y á aparentar la misma ea
- Cia que ella. :
_May Wentworth, su madre y Dora
Jiscutían en el extremo opuesto de la
habitación, apropósito de un concierto
de beneficencia, cuando Mister Went-
worth apareció.
- Nos acogió calurosamente, nos dió un
fuerte apretón de manos, y, de pie al
lado del fuego, nos interrogó acerca de
nuestra cacería con el interés y curio-
- Sidad de un hombre apasionado por tan
ES dramática diversión.
- ——¿Vive usted con Mr. Guillord?—me
j preguntó la bella italiana.
Le respondi afirmativamente.