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criado en un potrero, había manejado caballos y
los conocía, y además era jinete. a
Acercóse al animal despacio y hablándole sua- En
vemente; el caballo, después de su primera ca-
rrera, parecía estar más aquietado. Ruggles co-
gió el cabo del largo ramal que se extendía sobre
la hierba y poco trabajo le costó hacer con él
una especie de bozal a la manera que lo hacen
los mejicanos. A los pocos momentos se halló A
caballo, dejando que el animal galopase libre--
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rá”, se dijo Ruggles.
Aquella rápida carrera por la id pradéra,
y a la luz de la luna hubiese constituído para
| ia una diversión; no así para “Traga-
mente, a su antojo. es algún sitio me conduci- er
pollos”, que no estaba. en ánimo de divertirse.
Su cabeza le atormentaba dolorosamente y sen=
tía una sed abrasadora; en el punto a que su
cabalgadura pudiera llevarle tropezaría con algu- A
0 imprevista y funesta aventura.
- Notó el jinete que el caballo había famadós una
| direcion definida; que corría, derecho como una
flecha, en dirección del Este. Aunque los monte-
eo cillos, los. Arroyos. y los impracticables espinos
le hacían desviarse de su ruta, el animal volvía
a camino, guiado por su fino instinto. Por
A fin, al llegar al pie de una suave pendiente, dejó
: - el galope y continuó a paso de paseo. A un tiro a
- de piedra se divisaba un grupo de árboles, tras
E - del cual se alzaba un n “jacal”, sd como los rodas pS
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