CASTILLO DE CROIXMARE
CASTILLO DE CROIXMARE
16 de agosto
Mi muy querida mamá: ¡Que malísima travesía hemos tenido!
El cielo estaba sin una nube; pero soplaba un viento tan fuerte, que
todo el mundo se mareó y no había modo de divertirse. En Inés se
despertó el sentimiento patriótico tan pronto como pisamos su suelo
natal; el viaje hasta París lo hicimos en un coche atestado de via-
jeros, tan sensibles al frío, que no permitieron abrir ni la menor
rendija. En la estación de la capital nos esperaba Alberto. Tomamos
de prisa una friolera en el restaurante y subimos al tren que había
de conducirnos a Vinant. Alberto es muy simpático, pero se ha
vuelto un personaje grave; sin necesidad de ver su anillo de boda,
se comprende que está casado. Se mostró atentísimo conmigo y no
dejó que decayera la conversación ni por un momento; pero entre
los silbidos de la máquina, el traqueteo de los coches y mi falta de
costumbre de hablar francés, me vi obligada a decir continuamente:
Pardon!; todo lo cual contribuyó a que el diálogo se hiciera bas-
tante pesado, Me parece que nuestro pariente ha cambiado mucho
desde su matrimonio, que si mal no recuerdo debió celebrarse hace
unos ocho años; ¡eso es! porque yo entonces tenía nueve; así es que
le recordaba muy vagamente. ) )
- Mi madrina esperaba nuestra llegada en el hall del castillo. Este
es grandioso; pero a pesar de ello, no puedo menos de alegrarme
de no ser francesa. Era la noche más bochornosa de todo el año;
sin embargo, en aquella casa todas las ventanas estaban cerradas a '
piedra y lodo y las cortinas corridas, como si estuviéramos en pleno
invierno. Eloísa se había acostado molestada por una fuerte jaque-
ca, pero allí estaba Victoria. Se ha vuelto bastante fea y parece lo
menos cinco años mayor que yo. No llevaban trajes de etiqueta, ni
a