Full text: La mansión misteriosa

244 MAURICE LEBLANC 
Bechoux salió apresuradamente. Se oyó alboroto 
abajo. Después se produjo el silencio. ds Eo 
Allá abajo avanzaban el padre y la hija a pasos con- 
tados, con esa manera de andar de los criminales, que 
no es tal vez inquietud, pero sí una constante atención, : 
en la que se adivina el habitual esfuerzo de los yan , 
y de los oídos y la: tensión de todos los nervios. ' 
_—¡Oh! ¡Esto es espantoso !—repitió Antonio. : 
Pero, sobre todo, la emoción de Gilberta llegaba A 
- su colmo. A, | e 
] “Contemplaba con indecible angustia la: marcha 
nin de los dos miserables. Para ella y su herma- 
no, que podían creerse en su salón de la calle de Urfé, 
ye Dominico y Laurencia eran los representantes de esa 
raza" que tanto les había hecho sufrir. Parecían sal 
del pasado tenebroso y. dirigirse una vez más al asalto : 
1 de los. Melámare para arrojarlos. de nuevo en el de 
An honor y en el sucidio. 
- Gilberta se deslizó de su asiento y cayó de rodil 
El conde apretaba los puños con furor. 
y Por Dios, no os mováis—dijo D' Enneris—. z 
0 od tampoco, aa ON 
Se matarán, Me lo hán dicho Sd veces. 
e! pde qués ER han hecho bastánte daño? 
Mo Lian de « cara. Obres la misma expresión Re 
cruel en la hija, más impresionante en el padre, 
 
	        
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