Full text: Desaparecido

DESAPARECIDO 11 
cuanto ésta hubo puesto el pie en el suelo, ya estaba el joven 
a su lado, en un abrir y cerrar de ojos. ; 
—Gracias, caballero—dijo saludando.—Poco ha faltado 
para que se cayera mi esposa. Durante todo el camino nos ha 
venido molestando ese caballo. : 
—Hay que contentarse con lo que se encuentra, en esos 
tiempos de guerra—replicó el otro sonriendo, a la vez que se 
quitaba el sombrero para/saludar a la señora a quien había 
ayudado, y que ahora veía de cerca. —Y hay actualmente por 
aquí tan pocos forasteros—continuó, —que los caballos de que 
puede echar mano uno no tienen todo el trabajo que les con- 
vendría. 
Tan exquisito de líneas y de color era el femenino rostro 
que en aquel momento hallábase vuelto hacia él, que Sir Gui- 
llermo, dominado por la repentina impresión que le produjo, 
en vez de volverse en seguida a su automóvil, se entretuvo 
allí algo, mientras el oficial, marido de la señora—un teniente, 
a juzgar por las rayas que ostentaba en la bocamanga—iba re- 
cogiendo el numeroso equipaje procedente de la parte alta de 
la diligencia. 
—Debe usted haber tenido un viaje delicioso a través de 
Windermere—dijo Sir Guillermo, muy cortésmente. —Permí- 
tame usted que le lleve este saco de noche. ¿Se quedan us- 
tedes aquí? 
-—Sí...—contestó distraídamente la señora Sárratt, sin 
perder de vista el equipaje para ver si todo estaba corriente. 
—¡Ten cuidado con este paquete, Jorge! 
—Bueno. 
Pero su advertencia llegaba ya demasiado tarde. Como el 
marido, después de entregar dos cajas de vestidos al rapaz 
de catorce años que estaba al servicio de la señora Weston, 
“se acercara llevando en la mano un gran envoltorio de papel 
de embalar sujeto con una cinta, escurrióse ésta, dió un grito 
la señora Sárratt, y si no hubiera corrido en seguida a ayudar 
asu esposo, el contenido del paquete hubiera ido a parar en 
medio de la carretera. Pero por una abertura del papel apare- 
cieron a la vista varios utensilios de hojalata y de porcelana. 
—Ya está ahí tu cocinilla, Nelly —dijo el marido riéndose. 
- —¡Bien te lo advertí que sería ella la que vendría a descu- 
-——brirnos el juego! : 
- Pero los finos y diestros dedos de la joven repararon rápi- 
damente la avería y volvieron a atar la cinta con auxilio de su 
 
	        
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