¡ DESAPARECIDO 175
Pero quedó frustrada su tentativa. Aquel raro instinto de pro-
testa que le decía que era portarse mal con Jorge el aceptar
todo aquello, iba desapareciendo. Era suya, de Jorge, y con-
tinuaría siéndolo siempre, hasta la muerte; mas para vivir sin
cariño alguno, para apartarse ella misma violentamente de los
- que no otra cosa deseaban que quererla... lo que es para eso
sí que había demostrado carecer de la suficiente fuerza de vo-
luntad. Dábase de ello cuenta, y no se le ocultaba que ence-
-—rraba esto una especie de derrota moral, comparado con la
-— gallardía, con las espléndidas cualidades demostradas por
otras mujeres durante la guerra.
Regresaron a casa Fárrell y Cecilia, volando el automóvil
por aquellos caminos en medio de una noche que por lo clara
más bien pudiera llamarse día. Apenas dijo Cecilia una pala-
bra: todos sus pensamientos se concentraban en Mársworth.
En cuanto a Fárrell, hervía aún su sangre en las venas al sólo
“recuerdo de la dulce presencia de Nelly. Pero otras ideas se
agitaban también en su mente: las que eran naturales en un
inglés en tiempo de guerra. Por un momento, habían visto pa-
sar un aeroplano a gran altura por encima de los collados y
Sl yendo en dirección Sudoeste. ¿Venía, acaso, desde el Mar
del Norte, y desde donde navegaba aquella invencible escua-
dra de la cual dependía todo, pues a todo servía de base?
Imaginóse un instante que aquellos grandes navíos y los hom-
bres que los mandaban eran como una traílla de sujetos le-
breles que se abalanzaban ardiendo en deseos de que los de-
-—jaran libres. ¿Cuándo el hado pondría en ellos su mano para
- soltarlos? :
El hospital de Carton rebosaba ahora de heridos que aca-
baban de llegar del frente de batalla. Las bajas eran en éste
infinitas. A mil por día, con frecuencia, ascendían en el frente
francés... y, sin embargo, ni un avance positivo, importante.
La batalla, tan lejos llevada, pasaba ahora, en rigor, por un
momento de inmovilidad, de alto. Y más lejos aún, el caos en
los Balkanes, el hundimiento de Servia. No... la verdad era
que en el mundo no había ya más que lamentos, luto, calami-
dades... Su fantasía volaba de uno a otro de los problemas
planteados por la guerra, pesaba las diferentes probabilidades
-en pro y en contra, mirando siempre ansiosamente por el bien
de su país. Mas, al cabo, como después de otras tantas digre-
siones, volvían sus ideas a concentrarse en la casita de campo