Full text: Desaparecido

220 E MRS. HUMPHRY WARD 
alguna ráfaga de luz, a cualquiera de las páginas del álbum de 
dibujos que Ta hermanita poseía. 
¡Ah! Pero todo eso había de acabarse... era preciso. Y 
aquella misma noche debía decírselo. : : 
Entonces volvía a caer en sus cavilaciones de cómo había 
estado tan ciega durante tanto tiempo, hasta llegar ahora a 
aquel momento de agitada reacción. Poco antes, era la Nelly 
de la víspera, animada, paciente, confortada con el cariño de 
sus amigos; poco después, volvía a ser aquella infeliz, des- 
provista de voluntad, que estaba luchando con los remordi- 
mientos de su conciencia y con su propia pena. ¿Cómo se ha- + : 
bía verificado todo esto? Algo existía en ello de sobrenatural, 
de milagroso. Mas, de todas suertes, allí estaba el hecho ante 
sus ojos, como un destello de luz; su traición a la memoria de 
Jorge... su mal comportamiento con Willy. 
Porque no se casaría jamás con él... ¡jamás! Por ello se 
consideró como una esposa desleal... y como sisas traidora 
amiga. 
Transcurrió aquel día de noviembre, claro, sin anbes. 
hasta llegar la roja puesta del sol tras los collados de Cónis- 
ton. Contra las franjas de escarlata del occidente, destacábase 
la negrura de Wétherlam, y todos los valles aparecían en- 
vueltos en neblina azulada o purpúrea, según la atravesaban 
los rayos solares, a los que dejaba franco paso algún claro en 
la cordillera. El hermoso crepúsculo invernal comenzaba 
apenas, cuando Nelly oyó resonar fuera el rumor de los pasos 
- de la persona a quien esperaba. 
“No corrió a la ventana para saludarla, según solía hacak 
Continuó sentada junto a la lumbre, en absoluta quietud y con' 
la calceta en que trabajaba puesta sobre la rodilla. Iba ves- 
tida de negro sin más adorno que un sencillísimo cuellecillo 
blanco. Parecía más diminuta y más lastimera que nunca. 
Acaso deseaba ella misma parecerlo. Cuando los débiles tie- 
nen que habérselas con los fuertes acuden ricota instintiva- 
mente a este recurso. 
- — ¡Qué alegría me causa el encontrarla a usted sola! —ex- 
-clamó, jubiloso, Fárrell, al entrar en la sala. —Creía que su 
hermana había de estar aquí también. 
: Dejó los libros con que venía cargado y se acercó a su 
- amiga con las manos tendidas. - 
, oi ¿qué es eso? diia usted ad mal semblante! : 
 
	        
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