244 MRS. HUMPHRY WARD
worth y con la Stewart. Nelly se sintió más curiosa que nunca.
Si todo lo que Mársworth había dicho era cierto ¿por qué
aquella mal reprimida agitación por parte de la muchacha y
aquel algo de misterio que se notaba allí, que parecía flotar
er el aire? Daisy Stewart era lo que se llama «una monada de
chiquilla»: pequeñina, con los carrillos, los ojos y hasta el
cuerpo redonditos; ágil y pizpireta; mostrando una rica mata
de pelo castaño con mechones dorados que aparecían por de- de
bajo del sombrero, y además un cutis fresco y saludable, como
de doncella serrana. Veintitrés años parecióle a Nelly que re-
presentaba a lo sumo, e involuntariamente, puso aquélla el
mayor interés en observar lo que ocurría al encontrarse la
muchachilla y Cecilia. Vió a ésta tenderle como por pura fór-
mula la mano, y a Daisy mirarla con ojos tímidos, casi supli- SS
cantes. E
- Pero un momento después, distrajo su atención alguien que
ascendía lentamente la abrupta colina viniendo desde Gras-
mere, y dirigiéndose hacia la cima, donde se hallaban ellos en
la incertidumbre de si debían continuar el paseo o volverse a
casa antes de que arreciara la ligera llovizna. La persona que
se acercaba era Brígida. Al reconocerla, ocurriósele a Nelly
inmediatamente la observación que aquella misma mañana le
había dirigido Cecilia: —«Parece que tu hermana ha envejecido
mucho.»—Pero es que no sólo había envejecido, sino que re-
sultaba diferente. No se sentía Nelly capaz de analizar su
propia impresión, mas tan penosa era que corrió en seguida
al encuentro de su hermana.
—¡Brígida! —exclamó—¡bastante ha sido ya la caminata
hasta Grasmere... y ahora vuelves subiendo por esta horrible
colina! Tienes la cara desencajada: estás rendida. Vete a casa
y échate, o si no ¿quieres venir antes a tomar el te con nos-
otros? Está más cerca que la granja. AS
Miróla friamente Brígida.
—Pero ¿a qué vienen tantos aspavientos? Estoy perfecta- e
mente. Pero no voy con vosotros, gracias. Tengo otros que-
haceres.
Sobrentendíase que todos los demás eran unos holgazanes.
Molestada por el desaire, retrocedió Nelly. Y cuando llegó
Brígida hasta donde se hallaba el grupo, pareció como sien ..
la cumbre de la colina aquella hubieran aumentado de pronto
la obscuridad y la llovizna. Cesaron todas las conversacio-
nes. Fárrell, como era natural, saludóla cortésmente, la pre-