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las tripulaciones de los dos buques que íbamos buscando.
”Al ver que nuestro bergantín no se movía, y que lle-
nos de estupor éramos incapaces de responder, alzaron
simultáneamente sus enormes arpones, amenazándonos
con arrojarlos contra la nave. ¡Ay de nosotros si los lle.
gan a lanzar! Estoy persuadido de que hubieran pasado
de parte a parte el bergantín con la mayor facilidad.
"Fué un momento terrible. Estábamos como clavados
en el puente, y cuantos esfuerzos haciamos para movernos
eran vanos; queríamos gritar y mo podíamos de puro
miedo.
-”El capitán, único de todos nosotros que no había perdi-
do la serenidad, al ver la amenazadora actitud de los gi-
gantes echó mano de una pistoia y disparó un tiro.
"Entonces ocurrió un fenómeno curioso y aterrador.
El pistoletazo sonó en nuestros oídos como un tiro de
cañón; los dos gigantes empuñaron los remos, hicieron
virar en redondo sus canoas, desaparecieron como por
encanto y ya no volvimos a verlos. La luz roja se apagó
de pronto y la niebla nos envolvió más estrechamente
como si quisiera ahogarnos. Luego, de las heladas tinieblas
salieron gemidos, gruñidos y fragores terribles que pare-
cian causados por montañas de hielo chocando unas con
otras; y por último, el bergantín fué como levantado en
vilo e impulsado furiosamente por rugientes olas, cuyas
espumas salpicaban el puente.
"Siempre me acordaré de aquella noche entre los hielos
polares, en la región de los fantasmas y de los monstruos;
noche fatal de cuyas resultas varios hombre de la tri-
pulación perdieron la vida pocos días después. No anduvi-
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