Al escapar de la «Guirnalda de Amor»
Carot condujo a sus amigos a una habita-
ción que tenía alquilada de antemano.
espués de las primeras efusiones, se-
guros de que no eran escuchados, les
dijo:
—Estáls sorprendidos, mis buenos ami-
gos, de verme intervenir bruscamente y
tan a tiempo para arrancaros de las ma-
nos de esos bandidos, que os iban a de-
tener... .,
a he susto le e de arresto —
dijo Langevinay,—y es completamente le-
gal. Pero, me pregunto: ¿por qué querían
detenernos ?
Carot sonrió.
—Quizá la orden de arresto es legal,
pero puedes estar persuadido de que ha
sido robada o arrancada a la complacencia
de algún escribano que ignora, segura-
mente, el uso que quieren hacer de ella.
- Veamos, amigo mío, reflexiona. Si qui-
sieran detenerte, nada más fácil. He leído
en los periódicos tu acusación contra Ca-
rrier. Si hubieras sido sospechoso, te hu-
bieran detenido en aquel momento mis-
mo. Pero, no solamente no eres sospe-
choso, sino que tu actitud durante el pro-
¿De dónde venía
? ¿A dónde iba?
a simpatía de
que desde
ezan a respirar libre-
El reimado e los canallas ha
concluído. No puede ser, pues, un miem-
ceso, te ha conquistado l
todos los hombres as
el 9 Termidor emp
mente.
bro del nuevo Gobierno que se está or-
ganizando, quien haya pensado en hacer
detener al enemigo de Carrier.
—¿Qué es, pues, lo que crees ?—pre-
guntó Cristina.
— ¿Será una venganza particular ?--in-
terrogó Langevinay.—¿Pero, quién pue-
de querernos mal? No tenemos enemi-
gos.
— ¿Estás seguro de ello ?—insinuó Ca-
rot.—¿Olvidas que eres mi amigo, y que,
por consiguiente, mis enemigos lo Son
tuyos ifabica?
—¡Eb!is!—exclamó Langevinay.
—¡Oh! — afirmó Carot; — Eblis ha
muerto hace mucho tiempo. ]
Carot contó detenidamente a sus amigos
su extraordinaria odisea en Irlanda, cuan-
do, deseoso de encontrar el niño robado
por Eblis, vivía al lado de éste en clase
de servidor hindú para conocer los pro-
yectos de su mortal enemigo.
Relató las peripecias de aquella increí-