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acuséis a Susana. Lo que ha hecho, lo
ha hecho por la buena causa.* Acabo de
oirla en confesión. Dios, que ha dicho
a sus sacerdotes: «lo que atéis en la tie-
rra, será atado en el cielo, y lo que des-
atéis en la tierra será desatado»; Dios,
digo, ha perdonado sus culpas a la pe-
cadora. No tenéis derecho a ser menos
indulgente que él. No la agobieis con
vuestros reproches, O'Mady, no la re-
_chacéis. Del mal que ha cometido, ha
nacido un bien. En nombre de Irlanda,
O'Mady, os conjuro a aceptar en vues-
tro hogar a Susana, y a perdonarla.
La autoridad de los sacerdotes era
tal entre aquellos hombres primitivos y
sencillos, que O'Mady no intentó pro-
testar.
Bajó la cabeza, y con voz menos ruda,
dijo a Susana:
—Entra.
Susana entró, no como hija sumisa y
arrepentida, sino orgulloramente, con el
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ademán seguro y la actitud del que tiene
la conciencia tranquila.
-—Cerrad la puerta, O'Mady — dijo,
solemnemente, el reverendo, —- y escu-
chadme.
O'Mady, intrigado, obedeció; hizo sen-
tar a O'Domor, y se apoyó en el yun-
que. :
Susana sentóse en un escabel, al lado
del reverendo,
—0O'Mady — dijo el sacerdote, —
no puedo revelaros lo que esta joven
me ha ducho bajo secreto de a
pero puedo deciros lo que sus revelaci
nes me han permilido adivinar. Nos ha
cen traición, O'Mady. Crevendo servir la
causa de Irlanda, hemos luchado contra
ella. El lord de la máscara verde es un
impostor. Nadie más que él nos ha
impedido unirnos a nuestros hermanos,
pretendiendo que éstos, obedientes a su-
gestiones inglesas, inspitadas por un fran-
cés renegado al servicio de Inglaterza,
EGRIDA-UABRERLAS
corrían a su ruina. Este homb:e ha abu-
sado de nuestra buena fe. Impidiéndonos
tomar las armas, bajo pretexto de que los
franceses no vendrían en nuestra ayuda y
de que la hora no era propicie a, ha divi-
dido y debilitado el ejército combatiente.
Esta noche, mañana, o pasado, quizá,
los irlandeses que han escuchado al ver-
dadero mensajero de Eran acia, y se han
reunido para secundar el esfuerzo de los
franceses y combatir a los ingleses, pe-
recerán, aplastados por el número. Nues-
tra abstención habrá causado su pérdida.
Mid — exclamó O"Mady.—
En parte, vos tenéis la culpa; yo era
partidario de tomar las armías, de ir a
Cramaneugh; pero vos, y lee dues de
los pueblos vecinos, aconsejasteis la cal-
ma, obligando a vuestros feligreses a per-
Lo quietos.
—Yo creía — dijo O'Domnor, con-
AA la palabra del lord, que se
me apareció varias veces en la iglesia,
r la noche... Creía que el traidor. els
e pes acés que vino aquí...
—Y o también lo crei—dijo O'Mady,—
gracias al imbécil de Sul'iván, que ba des-
aparecido, ¡Dios sabe con qué objeto!
Hemos sido engañados, reverendo; es pre-
ciso que tomemos el desquite.
-—¿ Cómo?
—Mañana, en la iglesia, reunid a los
fieles; reconoced vuestro error; yo es-
taré cerca be vos; dirá que también he
sido engañado.
mr EE SE espués?
E api diréis que es preciso to-
mar las armas, prepararse... Pasado ma-
ñana debemos estar organizados, equipa-
dos, para lr en socorro de nuestros her-
manos. Después de haber predicado la
buena palabra a las gentes de aquí, iréis
a predicarla por las vecinas aldeas. Nues-
tros hermanos, a su vez, se armarán tam-
bién, y dentro de dos días, todos los ha-
bitantes de las riberas del lago Ree,
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