EL LDORD DE LA
en nombre de Bonaparte. Ellos nos trae-
rán suerte.
Desgraciadamente, Mateo se equivo-
caba.
La llegada de los amigos de Napoleón
¡ba a dar lugar a un terrible drama.
n
Proyectos
La noche de aquel mismo día, en una
de las habitaciones que Mateo había
puesto a su disposición, Carot, Langevi-
nay y su esposa, María Cristina, hablaban
en voz baja.
Era una vasta sala, de paredes blan-
- queadas con cal; el techo estaba sostenido
por enormes vigas de madera, grosera-
. mente encuadradas.
Un hermoso fuego chisporroleaba en la
chimenea.
Se aproximaba el fin del otoño, y las
noches eran ya frescas.
Sobre una mesa redonda, alrededor de
la cual estaban sentados los tres amigos,
ardían tres bujías en un candelabro.
—Mañana—decía Carot,—iré a tomar
pasaje en el barco pesquero que va a
Portsmouth; Langevinay, tú irás con Cris-
tina, pasádo mañana, en el buque que
hace el servicio de Calais a Douvres.
—¿Crees preferible que nos separe-
AS _ mos? —dijo Langevinay.
—Si—contestó Carot.
—Nadie sospecha el día de nuestra
M AÑO ARMA
marcha — dijo Cristina; — quiero decir, -
VERDE 11
aquellos a quienes interesa nuestra par-
tida. Nadie nos ha seguido.
—Sí — contestó Carot, -— porque
hemos viajado por gris extraviados,
tardando ocho días en llegar a Calais.
Realmente, si nos hubiesen seguido, nues-
tros espías se habrían desconcertado, al
ver nuestro itinerario, porque, sabiendo
que teníamos prisa, no hubiesen podido
comprender nuestra conducta. 51 nos hav
seguido, han debido renunciar a continuar
detrás de nosotros. Pero no olvidéis, ami-
gos mios, que tenemos que habérnoslas
con un adversario temible, inteligente, y
cuya perspicacia pocas veces falla. Á to-
dos los motivos que para querernos mal
tiene, añadid el despecho de haber erra-
do el: golpe que preparó contra Bona-
parte, y su furioso deseo de tomarse el
“desquite, y convendréis conmigo en que
hay que tomar minuciosas precauciones.
Cada vez que releo su carta, me asombra
la audacia de ese hombre. Es, verdadera-
mente, un genio del mal.
Maquinalmente, cogió Carot un papel
blanco de entre los que estaban sobre la
mesa, lo acercó al fuego, y al poco
rato, la nítida superficie se cubrió de le-
tras. La tinta simpática empleada, trai-
cionaba al autor de la carta, dirigida a
William Pitt, y que decía así:
«Milord: El 18 Brumario, Bonaparte
ha derribado al Directorio. Ahora hará lo
que quiera cuando quiera. El que ha des-
truído nuestros proyectos y le ha salvado
de las manos de nuestros amigos, mo es
otro que Carot de Estrange. Un secre-
tario del general, a quien tengo comprado,
me ha entregado el secreto de un plan
tramado por Bonaparte contra Inglaterra.
Se trata, nada menos, que de sublevar
Irlanda, y preparar. un segundo desem-
barco de tropas francesas, para desqui-
tarse del fracaso de Hoche. El emisario
que Bonaparte va a enviar a los irlan-