Full text: La marca de los cuatro

    
  
  
   
  
     
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> / ARTURO CONAN-DOYLE 
peores resultados que pudiera reportarnos. Sherlock 
permaneció en silencio y pensativo hasta que llega- 
mos al punto de destino. 
Serían poco más de las cinco de uno de esos días 
de Septiembre, lluviosos y plomizos, en que la nie- 
bla londinense envuelve en su tupido velo á la gran 
ciudad. Las grandes farolas del Strand semejaban 
débiles lucecillas que apenas alumbraban reducido 
círculo, dejando caer su pálido reflejo sobre las hú- 
medas losas de las calles. Los discos de las boticas 
parpadeaban, iluminando á intervalos las esfumadas 
figuras de los transeuntes. Había en todo ello algo 
de fantástico: formaba un extraño contraste el con- 
tinuo pasar de aquellas gentes; á la incierta luz de 
los mecheros diríase el símbolo de una humanidad; 
uy. de lás tinieblas salían á la luz y luego volvían á la 
obscuridad de donde salían. Soy poco impresiona- 
- ble; pero aquel ambiente entenebrecido y lúgubre... 
- El fin que nos proponíamos, el misterio que todo lo 
“rodeaba, contribuyó á una depresión de ánimo que 
me llevó á un estado nervioso, y que rara vez había ] 
experimentado. Ea 
La señorita Morstan estaba en idéntica excitación 
- nerviosa, y Holmes tan solo conservaba, absorto 
siempre y siempre silencioso, su sangre fría. Sobre 
las rodillas llevaba abierto su libro de apuntaciones, 3 
y de vez en cuando, y á la luz de la linterna de bol- 
“sillo que llevaba, anotaba palabras y signos para él 
sólo inteligibles. | | 
- Llegamos á Lyceum Theatre. Se agolpaba la gen= ] : 
   
 
	        
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