q A. CONAN DOYLE
¿Cómo podrá usted comprender el horror de esta
situación, usted que no conoce más que el corto lap-
so de tiempo que separa la cuna de la tumba? Yo lo
he experimentado, yo he recorrido largos siglos en
la historia. Yo era viejo cuando Iluim cayó ; era muy
viejo en el tiempo en que Herodoto fué á Menphis.
Estaba cargado del peso de los años cuando el nuevo
Evangelio fué predicado sobre la Tierra, y no obs-
tante usted me ve semejante á otros muchos hom-
bres. Lo debo á este licor maldito que circula por
mi sangre y que me ha evitado la muerte que yo
invoco sin cesar. Pero ahora he llegado al término de
mis penas. a
He recorrido todos los países y he vivido en to-
dos. Hablo igualmente todas las lenguas que he es-
tudiado para tratar de matar el tiempo. No tengo
para qué decirle cuán interminables me han pare-
cido los siglos obscuros de la barbarie, la Edad Me-
dia tan monótona y los últimos tiempos de la Hidad
Moderna. Todo esto ya ha pasado. Nunca miré con
amor 4 ninguna mujer; Atma sabe que le he per-
manecido fiel. )
He tenido la costumbre de leer todo lo gue se
ha escrito sobre el antiguo Egipto. He conocido to-
das las condiciones de la vida : unas veces rico, obras
pobre, sin embargo, nunca he dejado de adquirir los
- periódicos y revistas. Hace próximamente nueve me-
ses que estaba en San Francisco cuando leí el relato
de ciertas excavaciones hechas en las cercanías de
-Abaris. Mi corazón se extremeció de gozo al saber
que los exploradores acababan de estudiar unas tum-