EL CAPITÁN DE LA ESTRELLA POLAR
En aquel instante llegó á sus oidos una voz de' mu-
jer ; abrió un poco la puerta y pasó la cabeza.
La enferma estaba sentada en el lecho, sostenida
por varias almohadas y miraba hacia la puerta cuan-
do Huxford se decidió á entrar; estuvo á punto de
lanzar un grito que á duras penas pudo contener al
divisar al pálido semblante de Mary, que aun perma-
- necía joven, casi infantil, tal como la había visto en
el muelle de Brisport cincuenta años antes. Su exis-
tencia tranquila, monótona, dedicada á un solo re-
cuerdo y el transcurso del tiempo no había dejado
huella alguna en forma de arrugas dolorosas impre-
sas habitualmente por la lucha interna y los conflic-
tos del alma. Una dulce y pura melancolía había afi-
nado sus rasgos y la pérdida de la vista la había dado
esa expresión tranquila que se observa en la fisono-
mía de los ciegos. A pesar de los cabellos plateados.
que salían de su gorro, John volvía 4 encontrar la
simpática cara de su querida Mary de antes, que una
aureola etérea y angelical aun la hacía más dulce.
- —Hará el favor de traer alguna persona para que
viva aquí—decía al pastor, que estaba de espaldas
4 Huxford ;—escoja con preferencia alguna persona
pobre y honrada que acepte voluntariamente un alo-
_Jamiento gratuito. Y aun cuando él venga le dirá
usted que A he esperado hasta el instante en que yo
- debía emprender el gran viajo, pero que me encon-
-trará al otro lado del camino, siempre fiel y amante.
Tengo también un poco de dinero; ¡bien poco por
psiotto! sólo algunas libras. Quisiera que este dinero
EL CAPITÁN.-- 13