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62 AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES
y externo, tirada por seis caballos, mientras las demás llevaban solamente
dos, o, a lo sumo, cuatro.
Casi al lado del que guiaba el vehículo había un hombre como de trein-
ta años, fornido, de negra y abundante cabellera, cuya mirada llevaba
impresa la superioridad sobre los demás: era el jefe. Al ver a la multitud
que avanzaba hacia él, dejó de leer en un voluminoso libro encuadernado
en pergamino que tenía en -la mano, y escuchó atentamente el relato de
lo sucedido. Luego, dirigiéndosk al hombre y la niña, dijo en tono so-
lemne y grave: E
—S$1 deseáis ser de los nuestros, ha de ser jurándonos ciega fe y firmes
creencias. No queremos lobos en el rebaño. ¿Qué preferís ? ¿Aceptar tales
condiciones o quedaros en el desierto?...
—Antes que lo último, aceptaría todas las condiciones que sé me im-
pusieran — exclamó Terrier en tono tan convincete, que aun los más
ancianos no pudieron contener una sonrisa de satisfacción.
Solamente el jefe conservó su gravedad, sin alterarse en lo más mínimo.
—Bien está. Dadles de comer y beber... Luego tú, hermano Stanger-
son, enséñales nuestra sagrada doctrina, y después sigamos a Sión.
—¡ Sigamos, sigamos a Sión ! — repitió la inmensa muchedumbre.
—Sigamos a Sión — se decían los unos a los otros.
Oyóse el restallar de los látigos, el rodar de las carretas, y aquella co-
losa] serpiente humana se arrastró nuevamente por la llanura del desierto.
El anciano a quien fueran confiados los dos viajeros los llevó hasta sú ca-
rreta, y allí comieron y bebieron. z
— Aquí permaneceréjs durante el trayecto; dentro de unos cuantos días.
habréis recobrado las perdidas fuerzas. Acordaos siempre que de ahora ep
adelante debéis acogeros a nuestra religión. Brigham Young lo ha dicho.
y: habló por boca de José Smith, nes es la voz de Dios.