64 AVENTURAS DE SHERLOCK HOLMES
por casualidad, o bien por mal instinto de aquellos animales, ano de éstos
dió una violenta cornada en un ijar al caballo. Este, al sentir el golpe,
lanzó un fuerte relincho de rabia y de dolor y se puso a dar tales botes,
que la que lo montaba hubo de desplegar toda su habilidad para que no
la arrojara a tierra. La situación era muy crítica; a cada bote del caballo
iba a caer sobre los cuernos de algún buey, y todos estos pinchazos le
enfurecían más y más. La joven, aunque a duras penas podía mantenerse
sobre la silla, dábase exacta cuenta de que una caída era su muerte, ¡ y
qué muerte !... ¡'Pisoteda, arrollada, corneada por todo aquel rebaño! Co-
menzaba a perder la cabeza, y ya había renunciado a luciar por más
tiempo, siendo impotente para contener el raballo, cegada por el polvo y
ahogada por las emanaciones de la manada, cuando sonó en sus oídos una
voz animosa, y una mano fuerte agarró las riendas del caballo aterrorizado,
y arrastrándole tras de sí, pudo sacarle fuera de la manada.
—No está usted herida, ¿verdad, señorita? — preguntó a la joven su
salvador, con voz y ademán respetuoso.
Ella miró un momento aquel rostro broncíneo y enérgico, y con una
ligera risa burlona, contestó :
—;¡|Ah, qué miedo he pasado!... ¡Quién iba a pensar que un tropel de
vacas pudiera espantar! así a un caballo !...
—Ha sido una bendición de Dios que no haya usted caído — replicó
su. compañero con gravedad.
tra un joven alto, de aspecto más bien asa montado en un caballo
fuerte, vestido de cazador y con una escopeta en bandolera.
—Creo que es usted la hija de John Terrier — siguió diciendo—. La
ví salir esta mañana de su casa; cuando vuelva pregúntele si se acuerda
de Jefferson Hope, de San Luis; si es el Terrier que creo, debe de acot-
darse, porque su padre y el mío eran muy amigos..
—¿No puede venir y presentarse usted mismo? — insinuó tímidamente
la muchacha.
El mozo aceptó encantado el ofrecimiento, y sus ojos cio caló ldumi-
náronse de alegría.
—Con mucho gusto — dijo—; pero le advierto, señorita, que desde
hace dos meses estoy cazando en el corazón de la montaña y mi traje no es
el más adecuado para hacer visitas. Si Terrier quiere recibirme, tendrá
que consentir en verme tal como estoy ahora.