EL CRIMEN Y EL CRIMINAL 221
—Efectivamente, observo que ahí, al parecer, hay
cincuenta libras.
—¡ Cómo al parecer ?—dijo Haines con voz tan fuer-
te o asustó á Mr. Trevannion.—¡ Están realmente |
—¡ Bien! Conformes en este punto.
—Aquí están, repito, las cincuenta libras, que Msiad
puede apropiarse ahora mismo, si se compromete, como
ha dicho, á ponerme en comunicación con mi hija en
el plazo de catorce días. Pero tenga usted presente que,
si no lo cumple, seré yo entonces quién se pondrá en
comunicación con sus costillas. ¿Me entiende usted *
—S$i continúa usted hablando tan fuerte, no voy é
tener más remedio que enterarme.
—Júreme usted—dijo Haines cubriendo el. dinero
con sus manos—que encontraré á mi hija en el plazo
de catorce días.
—¡Lo juro! — contestó Mr. Trevannion, en 1 cuyos
ojos brilló un relámpago de avaricia.
—¡ Ha oído usted ?... ¡ Dice que lo jura! Pues bien ;
tome usted el dinero, y si miente, como hasta aquí,
nos veremos las caras, señor detective.
. —Me complazco eh decir, Mr. Haines, que no he
visto jamás amor de padre como el suyo, y en honor á
ese amor, será para mí una satisfacción inmensa de-
volver cuanto antes á sus brazos á esa hija extraviada.
-—Procure usted hacerlo así.
Mr. Trevannion se había apoderado ya del dinero,
y encarándose conmigo dijo : |
—Señora, ¿me proporcionaría usted el placer de es-
cucharme, á solas, unas palabras ? |
—¡ De ninguna manera!
¡ —Referentos á ese asuntillo, ee —afíadió sorprendido
- de mi contestación.
Yo le interrumpí al ocn
—;¡ Mr. Haines !—dije—si ha terminado estad: con
este hombre, ¿quiere usted hacerme el eos de li-
brarme de su presencia ?
— ¡ Qué O dice load Haines, al