ciga e antes de que as: regre-
“sara de su exploración con la noticia de
que no se veía un alma por ninguna
parte.
El muchacho se empeñó en bajar el
primero á fin de poder colocar los pies
de su padre en un apoyo seguro, cuan-
do se decidiese á seguirle, y Daniel le
vió á poco, no sin aprensión, deslizarse
sobre él precipicio con sólo las manos
y desdeñando servirse de la cuerda. El
verle. le dió, ciertamente, más miedo
que su propio descenso, cuando le llegó
la hora do ejecutarlo.
Por último, Daniel, con la frente
bañada en sudor, se halló de piesen la:
pe , E >
boca de la cueva, donde se puso á exa-
minar con paternal interés el museo
de huevós, concha y demás chuche-
rías coleccionadas por su vástago.
'—Aquí es donde dejé el paquete—
exclamó. "Tomás señalando la parte su-
_perior del bloque que cerraba el paso.
Daniel inspeccionó el enorme pedrus-
20 y particularmento: el espacio sobran-'
-te entre gu parto superior y la bóveda.
Después. de procurar, en vano, medir
Y negro vaclo que alí so abria, so vol-
vió haci: “gu precoz heredero.
E po jo mio—le dijo en tono irónico,
] q figuras que tu amigo Varndyko-
ha venido como nosotros por la parte
de fuera, bo elos e Mioms á me-
dio. Á
| —4 Cómo prat pues, coger” el pa-
E - «quete. de la Watson ?-—Insistió Tomás.
——Juraría que nO entró por la: puerta
de la fachadá, sinó' por la postertor.
¿No has visto lo. que habia E otro PP.
de esa dichosa toca?
- —No' me hé abrovido' á basárla nun-
aia el aludido. casi con res-
peto.—Debe de haber duendes. :
- Daniel sacó un fósforo y encendió -
con él una bujía que llevaba á preven=
ción. El hueco era suficiente para de-
jar pasar un brazo y Daniel adelantó la
bujía tanto como pudo, para examinar
el corto espacio iluminado por su llama.
-_—No hay duda de que Varndyke vi-
no por ese lado 4 apoderarse del paque-
te, del cual piensa tantas cosas mister.
Conyers —:imurmuró Daniel. — ¿Pon
dónde se entrará? Tú, que tanto EE,
por estas peñas, debieras saberlo. )
—No hay otra entrada, ó ya la ha-
bría descubierto yo hace tiempo—bal- ,
buceó Tomás, bajando la cabeza ante
el tono de sedan ae su jacta
asumia. poto, LE
end pam Dastivh ie de
medir con la: vista; el espació entre el
techo y la roca.—Tú puedes pasar p
ahi, y por: lo tanto te ayudaré á subir.
Cuando estés al 'otro' lado, te pasaré la
bujía: para que “vayas tan: lejos. como.
puedas y' vuelvas: luego á contarme: ;
cuanto hayas visto. 000
—Téngo miedo á los icono
có el muchacho, bajando todavía más:
la cabeza.— Afuera no los temo ; soy el
único chico de la aldea que se atreve *
acercarse á la Torre; pero ahí dentro;:
en su ta based no me pú de dela
Bo! vano intentó ai convencer:
á su hijo de-lo: ridículo de sus: temores:
ó interpuso en último extremo su.
toridad paterna. La superstición» cor-
nualllesa se habia. infiltrado en el - espí
rita del niño: y no habia medio d
cerle variar de coa As a