Full text: El crimen del castillo

  
  
_ EJ, CRIMEN DEL CASTILLO 
LA BRECHA SE ENSANCHA 
Los dos jóvenes recibieron la mani- 
festación del inspector de muy diferente 
- manera. Haroldo retrocedió como si le 
hubiesen dado un golpe en mitad del 
pecho y- luego prorrumpió en invecti- 
vas, primero contra los aldeanos y lue- 
go contra el mismo inspector por atre- 
verse á recoger una invención como 
a Se 
Agustín Conyers apenas mudó de ac- 
- bitud. A no ser por la extraña dilata- 
ción de sus pupilas de acero, su rostro 
Juvenil no demostró emoción alguna. 
Se volvió á sentar, contemplando cómo 
el impasible policía recibía sin pestá- 
ficar la granizada de Haroldo. 
E —1 Envenenado ! !l—exclamó éste al 
fin Y dígame: ¿4 quién acusan del 
asesinato de sir Miguel? ¿á mi madre, 
á Gwen ó á mí? 
- Mr. Portman, que había escuchado 
- hasta entonces en actitud digna, se 
- encogió de hombros. 
+= Me parece, sir Haroldo, que exa- 
-  gera usted el caso. Nadie, que yo sepa, 
: 1. Ellado hasta, ahora de asesinato, 
al menos con referencia á persona de- 
terminada. Mi impresión es de que e 
más bien suponen alguna equivocación 
sufrida al darle los e ó algo ps > 
ese estilo. — hs 
El tono del Mispecio? era casi ¡de gr 
cusa; pero Agustín Conyers observó. : 
algo en él que le hizo redoblar su aten- 
ción. 
— Que el diablo cargue con esas im- 
presiones | —interrumpió Haroldo, sin 
suavizarse en lo más mínimo.—¿ Qué 
derecho tienen 4 formar impresiones a 
sobre la muerte de mi padre, cuando 
su médico de cabecera, el doctor Lea- E 
royd, manifiesta en su certificado que > 
se debe á una enfermedad crónica del 
corazón? Es un verdadero ultraje, y ze 
me sorprende, señor Portman, que us- 
ted lo aliente. Debe de tener algún mo- 
tivo particular para venir aquí con os ze 
cúmulo de necedades. de 
El inspector tosió ligeramento e A 
de responder, mientras Agustín Com 
yers se inclinaba un poco e oirlo 
mejor. - | 
 
	        
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