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su padre, quien se mostró más que dis-
puesto a secundarle con todas sus fuer-
zas y le prometió proporcionarle los
recursos necesarios cuando se presen-
tase oportunidad favorable. Por en-
tonces estaba Alano a la mira del pri-
mer distrito vacante que quisiera acep-
tarle por candidato del partido a que él
pertenecía ; y como corriese el rumor
u
de que uno de los caciques políticos
de Martel tenía en su poder la renun-
cia del diputado por aquel distrito, los
amigos de Alano le aconsejaron que
fuese allá, como lo hizo, y ofreciese
sus servicios a los electores de oposi-
ción. No era el joven Bourchier des-
conocido en Martel, que sólo distaba
Unas treinta millas de Renton, y allí
permaneció dos o tres días, visitando
a las personas influyentes | del lugar y
| preparando el terreno, con buenas es-
peranzas de éxito, para la lucha que
podía comenzar de un momento a otro.
Las malas y recientes noticias sobre
la salud de su padre le llevaron des-
pués a Casa Roja, donde se detuvo
unos días, no sin escribir a Francisca
que no regresaría de Londres hasta
fines de la semana, Su regreso era in-
falible, pues para entonces debía can-
tar ella en la ópera con que'se inau-
guraba la temporada, representando
uno de los papeles que más fama y
aplausos le habían conquistado,
Pero tenía, además, otros asuntos a
que atender en Londres, y a ellos se
debía también en parto su visita a
Casa Roja. La noche en que Josefina
- Mamó a su puerta, vejada y llorosa,
Alano se juró separarla para siempre
del. miserable que tanto la había ofen-
dido. Con gran trabajo pudieron Fran-
_cisca y Josefina impedir que fuese en
busca de Daniel x le iras una
HUGO CONWAY
severa lección ; pero, por fin, acorda-
ron dejar la solución a los tri ¡bunales,
y Alano consultó a
sin darle, por entonces, instrucciones
concretas, pues no quería. asumir tan
grave responsabilidad sin hablar antes
con su padre. Éste, a pesar de su en-
fermedad, (continuaba siendo guía y
consejero de su hijo. Por otra parte, a
nadie perjudicaba el aplazamiento de
la demanda de divorcio durante algu-
nos días.
Francisca tenía motivos para felt-
citarse de la ausencia de Alamo, Ante
todo procuró formarse opinión exacta
de Mánders, quien ya, al partir, le ha-
bía anunciado las inesperadas revela-
ciones que oiría sobre su nueva per-
sonalidad. Tampoco había: tratado de
disculpar en lo más mínimo su con-
ducta cruel con Josefina, que admitía
tácitamente, y que, decíase Francis-
ca, nada tenía que ver con los sucesos
que a ella le interesaban, acaecidos
años antes. Que Mánders fuese el peor
de los esposos, no impedía que pudiese
proporcionarle a ella los informes que
amhelaba, y urgía aprovechar aquella
oportunidad única de obtenerlos, Re-
flexionó largo tiempo, procuró conven-
cerse de que Mánders la engañaba, por
razones de él sólo conocidas ; pero des-
pués de examinar la situación en todas
sus fases, acabó por decirse que no
había motivo de engaño, y que, por lo
menos, aquella vez Mánders no men-
tía. Josefina notó su preocupación y la
atribuyó, naturalmente, a la visita de
su marido, Deseaba vivamente el re-
greso de su hermano, y vacilaba entre
informarlo ella misma de la presencia
de Daniel en aquella: casa, del cordial
recibimiento que le había hecho Fran-
cisca, y de su prolongada entrevista, o.
su abogado, aunque