Full text: Rienzi

   
   
   
   
    
   
     
   
   
   
   
   
   
   
    
    
   
   
   
   
   
   
   
   
   
  
  
que de taciturna a no distinguirse en su 
Mirada esa vaguedad que revela al espí- 
-ritu contemplativo, más afecto a re- 
montarse al pasado o a leer en el porve- 
nir que a tomar parte en los goces de la 
hora presente. 
En el más joven, adolescente todavía, 
hi en sus facciones ni en su '“apostura, 
nada mostraba que sorprendiese, a no 
ser cierta expresión de inefable dulzura: 
la tierna e íntima deferencia con que es- 
cuchaba a su compañero, parecía algo 
femenil. Sus vestidos eran iguales a los 
de las clases menos elevadas, sólo que es- 
taban más limpios y mejor tratados. 
El esmero con que iban cogidos y ajus- 
tados los largos y sedosos rizos de los ca- 
bellos del adolescente de modo que des- 
lizándose con gracia de su cabeza, caye- 
sen hasta la mitad de su espalda, denun- 
.ciaba bien a las claras la vanidad. afec- 
tuosa de una madre, — 
- Mientras costeaban la videguenato 
“orilla: del Tíber abrazados por la cintura, 
su juventud, su evidente y mutua terneza 
comunicaban a aquellos dos hermanos 
(pues hermanos eran) no sé qué gracia 
0 interés de sentimiento que hacía resal- 
tar más la humildad aparente de su con- 
_dición. 
¡Cuán halagileñas me parecen estas 
horas de la tarde, querido hermano!— 
decía el mayor—; sólo «ontigo conozco 
que no soy un visionario, un insensato 
- iluso cuando hablo de un porvenir incier- 
to y fabrico castillos en el aire, Nuestros 
-¿Geudos me escuchan cual si dijese exce- 
lentes cosas sacadas de los libros: mi ado- 
a rada madre ¡bendígala Dios! dice enju-. 
- —gándose los humedecidos párpados: «¡Mi 
hijo es un estudiante de provecho!» ¡Y 
- Jos frailes! Si me aventuro en presencia de 
ellos a.levantar la vista del Tito Livio, 
exclamando: ¡Aun pudiera ser ésta la 
- Roma del día!, se asombran, se turban, 
- fruncen el entrecejo, me miran con in- 
; quietos ojos, como si hubiese emitido al- 
guna doctrina herética. Pero tú, cariño- 
, - so hermano, aunque no participes de mis 
- estudios, conozco que simpatizas con sus 
- resultados; parece que apruebas mis pla-. 
  
¡nes y que animas mis ambiciosas espe- 
  
O p. BULWER LITTON 
ranzas. Junto a ti me olvido: a veces de 
nuestro nacimiento, de nuestra suerte; 
me atrevo a pensar y aun me atrevería 
a obrar como si por mis venas circulase 
la sangre del emperador teutónico. - 
—Querido Nicolás—dijo el menor—, 
entiendo que la Naturaleza, para cumplir 
algún fin desconocido, ha hecho desigual 
repartición entre nosotros, dotándote a 
ti con un alma regia, derivada de la pater- 
   
  
nal estirpe, y a mí sólo con el pacífico y 
modesto espíritu del maternal linaje. 
—Si es así —repuso con viveza Nico-. 
lás—, serías el más favorecido, pues yo 
procedería de origen bárbaro y tú de ori-. 
gen romano.-Hubo un tiempo, hermano 
mío, en que el simple ciudadano de Roma 
era más ilustre que un rey del Norte. 
¡Paciencia! Tal vez vivamos lo bastante 
para ser testigos de grandes mudanzas. 
—Espero vivir para- verte hecho. ún 
hombre célebre, y esto colmaría mi di- 
cha—dijo el adolescente con tierna son- 
risa—,. Todos reconocen ya en ti mucha 
sabiduría; nuestra madre te presagia 
continuamente ostentosa fortuna cuando 
habla de tus bienhadadas visitas al pala- 
cio de los Colonnas, 
— ¡Los Colonnas! —exclamó Nicolás 
se 
, sonriendo amargamente—. ¡Los Colon- 
nas!... ¡Pedantes! Sin persuadirse de la 
Ps. de su espíritu afectan conocer lo 
pasado y remedan a los patronos y a los 
patricios de Roma la antigua, y estro- 
dotado de cierta originalidad a mi talen- 
to; originalidad quele parece de más atrac- 
tivo que las estúpidas agudezas de un bu- 
fón asalariado. Cierto es que se muestran 
“pean el latín sobre sus copas. Me admiten 
a-su mesa porque los doctores me cali- 
fican de sabio y porque la Naturaleza ha. 
dispuestos a hacer mi fortuna; mas; ¿de 
qué manera? ¿Brindándome algún des 
tino público en que me enriquezca y des- 
honre, oprimiéndome con más fuerza la : 
rueda de molino que estruja a mis ex- 
haustos compatriotas? Si hay en- este 
mundo algún ente despreciable, lo es, 
sin duda, el plebeyo protegido por los 
nobles, no para servir la causa de su raza, 
sino para sostener los más inicuos privi- 
legios de sus patronos, Vende a sus her- 
   
  
  
 
	        
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