BANDIDOS ARISTÓCRATAS”
Mientras, el inspector Roberts
no apartaba la mirada del Conde,
observando su inquietud, sus mo-
vimientos..
—He deci di-
ciendo el Conde—no valerme de
ningún hombre de Scotland Yard,
- Sino dejar el asunto en manos de
e lsied. >
- Bibling inclinóse y Roberts con-
- tinuó observando.
- —Puede usted empezar sus in-
-yestigaciones. Si usted quiere, lla-
- maremos en primer lugar a la mu-
chacha que dió el grito de alarma
antes que nadie.
== ——0L... Pero es preferible exa-
ES minar primero el lugar del suceso.
El Conde y los dos oficiales di-
rigiéronse hacia el jardín, exami-
S _ nando dicho sitio y haciendo Bi-
bling algunas preguntas al doctor
- que acababa de reunirse con ellos,
- Inmediatamente,
interrogar a los criados.
| La muchacha aludida por el t
- Conde declaró que mientras esta-
ba arreglando los dormitorios del
- piso superior, oyó ruido, volvióse
Y, rápido como el rayo, cruzó cer-
ca de ella un hombre que se pare-
cía mucho al señorito Gregorio,
-— [Asustada no se atrevió a seguirle y
gritó...
Claudina fué interrogada des-
s pués de la camarera, fijos sobre
ella los ojos de Roberts, que toma-
Ba nota lo mismo que su superior,
procedióse ¿4
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Bibling se hacía cruces de lo su-
cedido. ¡Tantos criados en la casa
y no haber visto ninguno de ellos
al asesino! Además, el lugar en
donde el crimen ocurrió no estaba
muy apartado de la casa... Era in-
creible...
Brown declaró que había echado
de menos la sortija para sellar de
su dueño, así como algunas mone-
das de la mesa de la habitación del
mismo, mostrando además a la po-
licía las señales que presentaba la
mesa escritorio de haberse Rada
algunos cajones...
—Esto... no lo la fecho É ningún
ladrón profesional —exclamó el
superintendente.
—¿Lo cree usted ¿— preguntó el
Conde.
Sh señor. Los ladrones de
profesión no abren los cajones de
las mesas estirándolos. A
_—Quizá no tuvo tiempo de va-
LoS de ninguna otra herramien-
. ¡Vaya usted a saber! Es po-
sible que oyese a la muchacha que
estaba cerca y coa ponerse a
salvo.. |
El superiitendento no era hom-.
bre dé gran inteligencia, pero no
por esto dejó de comprender que
la, suposición del Conde era com-
pletamente gratuita. eS
Hechas, pues, las correspon-
dientes averiguaciones, creyó el
superintendente que debía retirarse
ya de la casa del Conde; pero el.