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taba en blieticos remolinos, y el
Alondra, a semejanza de un ave
marina gigantesca, iba de un lado
para otro, sumergiéndose al pare-
cer en unas ocasiones y sacudién-
dose otras el agua al elevarse en
las crestas de las olas. Sansón, tan
pronto en pie como sentado, cuida-
ba de regular la vela, y David achi-
caba de vez en cuando el agua que
entraba por la popa.
La pequeña embarcación estuvo
muchas veces a punto de volcar, ca-
tástrofe que sólo pudo evitarse
merced a los rápidos movimientos
combinados de Jan y su hijo ma-
yor. De Canot observaba con pro-
funda admiración a aquellos hom-
bres de los cuales nadie hubiera po-
dido decir que luchaban por su vi-
da con peligros inminentes, a no
ver la expresión de sus ojos y la
ansiedad que se revelaba en el mo-
vimiento de sus mandíbulas. Los
pescadores, por su parte, notaron
que el pasajero se cuidaba de ellos,
sin demostrar miedo, y sintieron
por él la simpatía qué. inspira el
valor.
* El Alondra. luchó con 1 olas
del canal durante tres horas, pa-
sando en una o dos ocasiones cerca
de barcos que iban de Bristol, y
aunque el viento calmó después,
no lograron descubrir el bergantín
francés en todo el espacio que
abarcaba la vista. |
Tranquilos ya respecto del tem-
poral,, arriaron la vela y, tras una
EL SELLO ¡ROJO
breve consulta, participaron de la
comida que de intento habían lle-
vado. Después izaron otra vez la
vela, y emprendieron de nuevo el
rumbo hacia la costa de Gales, ru-
ta principal de los barcos que iban
a Bristol y salían de allí. No logra-
ron, sin embargo, descubrir el ber-
gantín francés, y los Balder obser-
vando que iba atardeciendo, deci-
dieron regresar a su propia playa,
Cuando de Canot, cansado de tan=
to mirar, perdía ya la esperanza de
encontrar el barco que iba en busca
suya, logró descubrirlo cerca del
puerto de Watchet haciéndole la
señal convenida de antemano can
su capitán, y antes de transcurrir
muchos minutos, se pusieron de
costado ambas embarcaciones. El -
Vizconde, encontrando fría la pa=
labra «gracias» por cordial que fue=
ra, para demostrar su agradeci-
miento, insistió en besar a Balder
en ambas mejillas. David y Sansón
se alarmaron tanto ante la pers-
pectiva de una despedida similar,
que mostraron la intención más de-
cidida de abandonar la lancha an-
tes que someterse a ella. Afortuna-
damente las perentorias instruccio-
nes del capitán Vavasour, del ber=
gantín Luisa Michel, apresuraron
las despedidas de de Canot, y hu-
bo de subir a bordo por la escala
de cuerda que le arrojaron, sin ex-
presar toda la gratitud que sentía,
Sobre cubierta ya, de Canot per»
maneció largo tiempo observando
al Alondra abriéndose camino en