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inspector Roberts, que era algo
más inteligente que su supSnos di-
jo a éste:
sE. No sería conveniente que
viésemos al señor Calveston, el so-
brino del señor Conde? |
—Nada nuevo podrá él decirles
—contestó lord Kilvoorth,—pues
se hallaba en el interior de mi ca-
sa cuando ocurrió el suceso.
_—Sin embargo...
Tampoco creía el superintenden-
te de gran necesidad aquella decla-
ración, pero el inspector insistió de
nuevo, alegando que un hombre
instruido podría dar mejores y más
- correctos detalles que la servidum-
bre; y ante tal insistencia accedió
el superintendente y llamóse a Gre-
gorio. |
- —Poco después de cerrar la
puerta de la habitación en que me
hallaba— dijo Gregorio al ser inte-
rrogado,—oÍ un grito de alarma
dado por uno de los sirvientes. Yo,
entonces, acababa de bajar del pi-
“so primero en donde... ¿por qué
ocultarlo? tuve un altercado con
mi primo Deveridge.
— ¿Cómo ?—preguntó el super-
intendente intrigado, mientras Ro-
berts miraba a este último con aire
de satisfacción. k
—SÍ, señor—continuó diciendo
Gregorio; —un altercado por cues-
tiones de poca monta. Así es que,
cuando al enterarme de que el sir-
_viente que había dado el grito de
alarma lo hiciera por haber oído
BANDIDOS ARISTÓCRATAS
ruido en el piso primero, me tran- '
quilicé suponiendo que el ruido oí-
do por el criado era el que había:
mos promovido Deveridge y yO, de
Sin embargo, ante el estado de áni
mo en que estaban todos los cria:
dos y personas que se hallaban en
esta casa, salí con Deveridge al
jardín en averiguación de lo ocu:
rrido. Era preciso demostrar que
lo del ladrón era pura fantasía...
El jardín estaba obscuro como bo-
ca de lobo y, por lo tanto, yo volvi
a entrar en la casa para buscar un
farol con que alumbrar el sitio de
nuestras investigaciones. .. Al salir
de nuevo, oí grandes cres VR
clamaciones de auxilio.. :
—¿Y qué ¿dijo el Inspector de
impaciente.
—Y me. hallé con. el cuerpo de +
mi primo exánime, bañado en san-
gle... ad
—Lo raro es que no sepa us-
ted nada más relacionado con este
misterioso asesinato,
—Algo más sé...
—Veamos. E
—Que la cabeza de mi primo se
hallaba completamente destroza-
da... Era un espectáculo horrible, -
—Esto, y perdone usted que se a
lo diga, no es importante, porque
lo saben todos los que han. visto
el cadáver... Fuera de esto, ¿no sa-
be usted nada más? A
-—S$S1, señor. Hace cinco po E
es esto todo lo que sabía. Ahora...
—Diga usted, señor Calveston... Eo