Full text: Bandidos aristócratas

EL SELLO ROJu 
cursos del arte, en lo posible al me- 
nos, para borrar del rostro las hue- 
las de su relajada vida. - 
- Jefíreys saludó con toda la dig- 
E nidad que sabía asumir en ocasto- 
nes; Catalina respondió al saludo 
con una cortesía y ocupó de nuevo 
su asiento, no pudiendo apenas te- 
“nerse en pie. | 
Dirigió el jefe de la Justicia una 
mirada escudriñadora en torno de 
habitación y, tomando una silla, 
se sentó enfrente de la joven, en 
na posición desventajosa para él, 
por hallarse de cara a la luz, pero 
que no podía evitar sin pedir a Ca- 
talina que mudase de sitio. En la 
posición en que se hallaban ambos 
colocados, ella podía ver el juego 
1 
de sus facciones, y leer, escrita en 
su semblante, la historia que tanto 
interés tenía en ocultar, teniendo 
velado entretanto el suyo. 
- —He llegado a Taunton esta 
rañana con los jueces que me ayu- 
dan — empezó a decir, —y hemos 
stado ocupados en el tribunal to-. 
do el día; no obstante lo:cual, apro- 
vecho la primera oportunidad para 
ofrecer a usted mis respetos. 
-. —No puedo decir que se lo agra- 
ldezco -— -TEpuso Catalina ¡porque 
ebo mi situación, nada envidiable 
r cierto, y los sufrimientos que 
peo a órden es de vuecen- 
—i ultmientos ?—exclamó Jef. 
reyS ea la palabra. - Dig 
abía que.. 
e 
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| LA prisión es un sufrimiento 
para los que siempre han gozado 
de libertad—observó Catalina inte- 
rrumpiéndole.—Hay sufrimientos 
mentales y sufrimientos físicos. 
—Puede usted quedar en liber- 
tad cuando quiera—dijo Jetfreys, da 
inclinándose hacia la joven; —ten- 
go facultades para hacerla salir de 
aquí y entregarla a sir Francisco 
Harbin, que se halla hoy en send 
ton. 
—Espero que habrá a veni- 
do con ese objeto, Excelencia — 
añadió Catalina en un tono que ha- 
cía traición a sus palabras, sabien- 
do que no era lo que decía. 
—Estoy dispuesto a hacer lo que 
he dicho, y hasta tengo aquí los 
documentos necesarios para ello.. 
mediante ciertas condiciones, por 
supuesto —añadió. tras una pausa 
que empleó en sacar un papel del 
bolsillo. Cayósele del bolsillo el 
sello y recogiéndolo jugueteó con 
él mientras terminaba la frase. 
—¿Sé yo esas condiciones, Ex- 
celencia? — preguntó. Catalina. con 
desaliento. 2008 son nuevas para 
mir | 
—Las sabe usted perfectamente; 
pero han variado las circunstancias. 
Antes era libre, hoy está prisione- 
ra por un hecho que ofende a la 
Majestad del Rey y, por. lo tanto; 
se de hecho acreedora a la última 
pena que disponen las leyes. 
-—Ignoraba que dentro de la jus- 
ticia inglesa tuviera facultades el 
Pd h e 
 
	        
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