ze EL CONDE DE EÁrcESTER
a de su rostro y de la ion de sus
vestidos.
Había estado a punto de conseguirlo
cuando, al ir y venir en su insaciable
curiosidad, encontró en la gruta el co-
frecillo que sabía pertenecía a la des-
graciada condesa porque se lo vió en
las manos durante el viaje, pues sabido
es que nada escapaba a su aguda mira-
da. Trató inútilmente de entregarlo a
la condesa o a Tressilian, concluyendo
- por ponerlo, según hemos visto, en las
propias manos de Léicester, al cual no
- reconoció desgraciadamente bajo el dis-
- fraz que en aquel momento llevaba.
- Por fin, Ricardo estaba a punto de
lograr su objeto la noche de la moji-
ganga ; pero en el momento. de ir a ha-
-—blar al conde se lo impidió Tressilian.
-Como tenía el oído tan aguzado como la,
inteligencia, Flibbertigibbet les oyó ci-
tarse en la Plasencia, y resuelto a asis-
tira la entrevista, se puso a espiarlos ;
pues, según los rumores que circula-
: ban entre los criados, comenzaba a es-
Bora. ea
Un incidente imprevisto le impidió
e de cerca al conde; cuando llegó
a pórtico, encontró 'erabado el combate
se apresuró a avisar a la guardia,
-figurándose la causa de la querella, que
odía dar funestos resultados ; después,
1lto en el pórtico, oyó a Léicester dar
ita a Tressilian. Con este motivo,
a ea adversarios durante el
sta ó leas a su vez de su gran
nquilidad respecto de la dama que
ía llevado al castillo, por haber sa-
, en una aldea distante de aJlí vein-
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te millas, donde se encontraba aquella.
mañana, que Varney y Lambourne,
cuya violencia temía, habían partido la
víspera de Kenilworth. Estando en es-
ta conversación vieron a Léicester y a
Tressilian alejarse a un tiempo. Les
siguieron, y Ricardo, con la rapidez
que nuestros lectores ya saben, llegó. a,
tiempo de salvar la vida a Tressilian.
Terminaba el joven su relato cuan-
do llegaron a la torre de la Galería.
xU
No pudo por menos de observar
Tressilian, al atravesar el puente, tea-
tro poco antes de tan tumultuosos rego-
cijos, que el aspecto de las fisonomías:
había sufrido una gran transformación
durante el corto intervalo de su ausen-
cia. El combate burlesco había termi-
nado ; pero los contendientes, vestidos
aún con sus disfraces, se habían reuni-
do en varios grupos, como los habitan--
tes de una ciudad que acaba de ser agi-.
tada por alguna extraordinaria y. PE 5 a
mante noticia.
El patio exterior le. presentó | e
aspecto. Los criados, las gentes de Léi-
cester, los subalternos de su casa se en-
contraban reunidos y cuchicheaban en
voz baja, observando sin cansarse las
ventanas de la sala de ceremonias,
con aires a la vez inquietos y aia:
SOS.
La. primera persona code e en-
3 contró Tressilian fué sir Nicolás Bloúnt,
que sin aguardar a que le interrogara,
le dirigió estas palabras :
-—¡ Que Dios te perdone, Tressilian |
Eres más adecuado para la vida del | 2
campo que para la de la corte; no tie-
nes el celo indispensable en un hom-
bre que figura en el sóquito de Su M A