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- de gelso. Ahuecan grandes canoas én los troncos de
- los más corpulentos árboles, construyen espaciosas
chozas, fabrican cuerdas y cultivan con pasión sus
tertilísimos campos. A pesar de estos perfecciona-
mientos, aquella raza de hombres no renuncia a la
abominable costumbre de comer carne humana, y
basta entrar en sus habitaciones para ver colgados ¿3%
de los techos grandes trozos de carne cortada, no sólo
a los enemigos vencidos, sino a sus propios her-
- manos. ] : :
Belicosos hasta donde se pueda imaginar, porque
no temen la muerte, a la que consideran sólo como
un cambio de vida, están siempre guerreando entre
sí, y sobre todo, con los isleños de Tonga, para reno-
var sus provisiones de carne humana. ¡Ay del barco
que naufrague en sus playas! No dan cuartel a na-
-Cdie, y los desgraciados marineros que caen en ' sús
Manos van a morir en grandes hecatombres sobre las
agudas puntas de gigantescas lanzas. Se comprende,
pues, con qué angustia había visto la: tripulación de
la «Nueva Georgia» embarrancar al buque, sabien-
do la terrible fama de los isleños. Por fortuna, la >=
nave no había sufrido averías y se esperaba aún po-
nerla a flote. : :
Pasado el primer momento de terror, el capitán : e
Hill había recobrado su primitiva energía, y se ha-
llaba resuelto y dispuesto a todo. Seguro de que la
«Nueva Georgia», defendida por el aceite que refre-
naba el ímpetu de las olas, no corría peligro alguno,
- al menos por el momento, mandó transportar a ba-
- bor todos los objetos pesados que había sobre cu-
_bierta, a fin de enderezar algo el buque y hacer me-
. hos probable el peligro por la parte opuesta. Des-
pués hizo abrir la armería y conducir al puente los
fusiles, pistolas y demás armas de a bordo, así como
las hachas y el pequeño cañón de señales, que fué
cargado de metralla. Terminados los preparativos de
- defensa, llamó al náufrago, que hasta entonces.no
había dejado la proa, ocupado, a lo que parecta, en -.