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UN DRAÑA EN EL OCEANO PACIFICO +" * 89
el sol, dejaremos el buque bajo la vigilancia de seis
hombres resueltos y desembarcaremos en una pe-
queña rada que yo conozco. Por un sendero ignorado
de los salvajes atravesaremos el bosque y nos apos-
taremos en las cercanías del gran pueblo habitado
por el moribundo rey. Cuando empiece la ceremonia
fúnebre, caeremos sobre la multitud, rescataremos
a mis compañeros y huiremos hacia la rada. Si más
tarde, repuestos de la sorpresa que ciertamente les
producirá nuestra inesperada aparición quieren asal-
tar la nave, yo les prepararé un buen recibimiento,
que les obligará a alejarse para siempre.
- —Está bien. Intentaremos el golpe.
—¿Y no os seguiré yo?—preguntó Ana. .
-—Es imposible, hija mía—respondió el capitán—.
Sé que eres valieritte y hábil 'en el manejo de las ar- '
mas de fuego, pero no podrías seguirnos a través
- de los bosques y menos si nos persiguen los salvajes.
Quedará contigo una buena guardia, y Asthor no
dejará acercarse al enemigo, está segura de ello,
- —Haré lo que quieras, padre mío.
El mar, mientras tanto, se había calmado y la
costa aparecía desierta. :
- El capitán hizo botar al agua las dos lanchas ma-
=yores, que armó con dos espingardas cargadas de
- metralla; escogió entre los mejores un gran número
de fusiles, una buena provisión de pólvora y balas
y algunos víveres, ignorando lo que podía durar la
expedición.
Esto hecho, el valiente capitán aguardó la noche
para ponerse en marcha.
A las diez ordenó el embarque. Abrazó a Ana, pro-
fundamente conmovida de ¡aquella separación que
podía ser fatal para uno u otro; recomendó a Asthor
y.a los marineros la más estrecha vigilancia, y en
seguida saltó al lanchón. y
Los trece marineros designados para secundar el
audaz golpe de mano estaban ya en las lanchas, lle-