Full text: Los quinientos millones de la Begún

  
  
204 * Ley JULIO VERNE 
| El sol atravesó las nubes, que en gran parte se Abd :ya 
disipado, y brilló esplendoroso en un vasto espacio de cielo 
e azul. De repente se oyeron algtnos gritos: 
— ¡Mirad!... 
Los ojos más perspicaces habían divisado un punto negro 
perdido de vista. en el espacio. Aquel punto negro iba agran- 
dándose visiblemente, y en pocos segundos aumentó de tal 
modo. que se pudo distinguir como una forma humana que 
descendía a plomo sobre el obelisco: Entonces estalló una acla- 
mación formidable que atronó el espacio, rompiendo el silen- 
cio como el relámpago rompe la: nube. Resonaba aún cuando 
se veía ya distintamente a un hombre, con la cara medio ta- 
pada, en pie sobre la cúspide del obelisco. 
La multitud prorrumpió en aplausos y br avoS, y el hom- 
bre, que llevaba un sombrerito redondo, se descubrió, y, vol- 
viéndose sucesivamente hacia los cuatro puntos cardinales, 
saludó a lós curiosos que lo contemplaban.. Luego, sacó su re- 
loj y lo señaló con cl dedo. Todos miraron los suyos. Eran las 
doce menos un minulo. Redoblaron los aplausos. y los gritos, 
el hombre vo lvió a guardarse el reloj en el bolsillo, y todos los 
| concurrentes se pusieron a obser varlo muy. atentamente. 
| Estaba vestido de negro y envuelto en una especie de ga- 
bán o sobretódo abotonado que le llegaba del cuello a las rodi- 
llas. Los faldones del gabán estaban sujetos al pantalón para 
que no pudieran flotar al aire. Las piernas y el pantalón esta- 
ban metidos dentro de unas botas anchas y flexibles, que eran 
lo suifirientemente grandes para dar a entender que tenía de- 
bajo otro calzado. El cuello del sobretodo, levantado, estaba 
- rodeado de una corbata ancha de lana blanca. El cuello pare- 
cía grueso y revelaba. cierta rigidez, lo mismo que los hom- 
- bros. Una melena rubia, no muy larga, pero espesa, ocultaba 
la nuca y las orejas. La barba cerrada, más rubia aún, cubría 
las mejillas y los labios. Una especie de antifaz, semejante a. 
los que usan las bailarinas en los bailes de la Opéra, le ocul- 
taba la parte superior del rostro. El sombrerito redondo, ne-. 
gro, como el resto del traje, estaba provisto de barbuquejo. 
Cubrían las manos guantes gruesos que parecían acolchados. . 
Veíase que, a pesar de la estación, aquel hombre se había pre- 
h Ano contra el frío, Tenía la. mano izquierda oculta dentro 
 
	        
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