EL ULTIMO MOHICANO
calzada, A lo largo de las dos eordi-
lleras que circundaban el valle y las
orillas del lago se levantaban nubes
de vapores, que, saliendo de las so-
lodades del bosque, aseendían for-
mando pequeños remolinos que seme-
jaban otras tantas columnas de hu-
mo, producidas por las chimeneas de
aleunos lugarejos ocultos en el bos-
que, mientras que en otros parajes
se formaban nieblas más densas que
cubrían los sitios más bajos y pan-
tanosos. Una sola nube, de inmacula-
da blancura, flotaba en la atmósfera,
y encontrábase justamente encima
del estanque de Sangre.
A la orilla meridional del lago, y
más hacia el Oeste que al. Oriente,
veíanse las fortificaciones de tierra
y los edificios, de poca elevación, de
«Guillermo Evrique». Los dos prin-
cipales baluartes, semejando salir de
las aguas del lago que bañaba $us ei-
mientos, estaban defendidos por un
foso de gran anchura y profundidad,
precedido de un terreno pantanoso:
a cierta distancia de las líneas de de-
fensa aparecían cortados por el pie
todos los árboles; pero por todo lo
demás se extendía una alfombra de
verde hierba, exceptuados los sitios
cubiertos por la cristalina agua del
lago o donde las escarpadas rocas al-
zaban sus denegridas cumbres mucho
más altas que las cimas de los árbo-
leg más grandes de los bosques pró-
ximos.
Había delante del fuerte algunos
centinelas que vigilaban los movimien-
tos del enemigo, y hasta dentro de
las murallas veíanse a las puertas de
Jos cuerpos de guardia algunos sol-
dados, que, después de muchas no-
ches sin dormir, manifestaban estar
embotados por el sueño. Hacia el
Sudeste, y tocando al fuerte, había
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un atrincherado formado sobre una
eminencia, donde hubiera sido más
LA
prudente la, construcción de aquél.
Í
Ojo-de-halcón hizo observar a |
ward que las tropas que lo ocupaban
eran las compañías auxiliares que ha-
bían salido del fuerte «Eduards» poco
antes que él: de la espesura Mayor
de los bosques hacia la parte del Sur,
elevábase de diferentes puntos le-
janos una humareda. espesa, fácil
de distinguir de los vapores más diá-
fanos de que comenzaba a cargarse
la atmósfera, lo cual fué para el caza-
dor un seguro indicio de que algunas
tropas de salvajes estaban allí es-
tacionadas. | j
Pero lo que despertó mayer inte-
yós en Heyward fué el espectáculo
que presenció a las orillas oecidenta-
les del lago, muy cerca de su ribera
meridional. Sobre una lengua de tie-
rra, que desde la ele ración en que se
encontraba parecía ser demasiado
angosta para contener Un ejército
tan numeroso pero que realmente se
extendía a muchas millas de terreno
desde las orillas del Horican hasta
la base de las montañas, habíanso
colocado gran número de tiendas de 2
campaña, en las que podría alber-
garse un ejército de diez mil hom-
bres: las baterías habían sido colo-
cadas delante del campo, y, cuando
contemplaban nuestros viajeros, cada
uno con diferentes sensaciones, Una
escena que semejaba un mapa dos-
plegado a sus pies, retumbó en el ya-
lla el estruendo de una descarga do
artillería, repetido de eco en eco hasta
Y Av
10y-
los montes situados al Oriente.
—Ya amanece allá abajo—dijo el
cazador con la mayor tranquilidad—-,
y los que velan desean despertar a los
que duermen con el ruido del cañón:
hemos llegado algo retrasados: Mont-