Full text: El último mohicano

EN quien había 
EL ULTIMO MOHICANO 
pena, la Riqueza y el Talento de 
todo el Norte de América. 
Ojo-de-halcón dió la señal de po- 
nerse en marcha, y las dos hermanas 
montaron a caballo mientras Hey- 
ward y David empuñaban sus armas 
y se colocaban al lado o detrás de 
ellas, según el terreno lo permitía; 
el cazador iba delante, y los dos mo- 
hicanos cerraban la marcha. 
Adelantóse hacia el Norte la pe- 
- Qqueña comitiva, mientras que las 
-2guas de la fuente se deslizaban ha- 
cia el arroyo inmediato, y los cadá- 
veres de log hurones se pudrían inse- 
-puitos en la cima de la montaña; suer- 
te extremadamente ordinaria de los 
- guerreros de aquellos bosques que no 
excita la conmiseración ni merece 
- Comentario. 
X1H1 
Voy buscando un camino más 
fácil. 
PARNELL. 
Ojo-de-halcón siguió el mismo ca- 
Mino que los viajeros prisioneros del 
- Magua habían recorrido aquella ma- 
ana, cortando diagonalmente las 
-  Arenogsas llanuras cubiertas de bos- 
ques e interrumpidas a trechos por 
_ Pequeños valles y montecillos. El 
-Sol empezaba a ocultar lentamente 
Su disco de oro tras el lejano hori- 
- zonte, el calor habíase amortiguado 
-Y respirábase con más libertad bajo 
la fresca bóveda que formaban los 
_ Srandes árboles del bosque: los via- 
- Jeros marchaban apresuradamente, 
' antes que el crepúsculo llegase, ha- 
| caminado ya mucho 
Ed cazador, imitando al salvaje a 
reemplazado en el ofi- 
Qirigíase también por los 
cios secretos que conocía, mar- 
e guía, 
chando siempre al mismo paso, y 
sin pararse jamás a resolver: una mi- 
rada al musgo de los árboles, o hacia 
el sol que declinaba, la vista del cur- 
so de los arroyos era suficiente para 
asegurarle que no había equivocado 
el camino, y no le dejaban ninguna 
duda sobre ello: mientras tanto, la 
selva empezaba a perder sus ricos 
matices, y aquel hermoso verde, que 
había brillado todo .el día sobre la 
hojarasca de sus bóvedas naturales, 
iba convirtiéndose insensiblemente 
en un negro sombrío, bajo la dudosa 
claridad que anuncia la llegada de 
la noche. 
Esforzábanse las dos hermanas por 
divisar entre los árboles algunos de 
log últimos rayos del sol que desapa- 
recía majestuosamente tras el hori- 
zonte, guarneciendo con una franja 
de oro y púrpura una masa de nubes 
acumuladas encima de las montañas 
occidentales muy cerca del sitio en 
que los viajeros se encontraban, cuan- 
do se detuvo el cazador de pronto, y 
volviéndose a los que le seguían ex- 
tendió el brazo hacia el sol, diciendo: 
—Vean ustedes la señal que la Na- 
turaleza ha dado al hombre para que 
busque el descanso y el alimento ne- 
cesarios. Muy prudente sería obede- 
cer aprendiendo de los pájaros del a 
aire y de los animales del campo; 
sin embargo, nuestra noche será cor- 
ta porque necesitamos reanudar la 
marcha antes que salga la luna. Yo 
me acuerdo de haber peleado con los 
maguas en estos lugares, durante la 
a en que derramé san- 
primera guerra 
gre humana. Aquí levantamos uno - 
especie de fuertecillo de troncos isis sE 
defender nuestras cabelleras, y, 
no me es infiel la memoria, e 
encontrarnos muy cerca de él haci la: 3 
la izquierda, a 
 
	        
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