Full text: El cuarto núm. 111

  
   
   
  
   
  
EL CUARTO NUMERO 111 A 
seo no me atraía ya, y la conduje directamente al. 
comedor del hotel. ES A 
La salita estaba ya lléna; pero en seguida me ( 
dieron una de las mesas ocupadas. Todavía me ss 
recordaban. Pedí un almuerzo magnífico, pues sa- | 
Día hacerlo. Un buen Borgoña y dos clases de 
ES S champán; para Vera, dulce, y para mí, seco,'como - 
- Aenía costumbre de hacer en mi época de señor. Y - 
envié al botones a por una flor, una rosa roja. 
+ Apenas hablamos. En el fondo, casi no nos co- 
“> nocíamos. Consideraba extraño el que estuviese allí. 
sentado con ella, únicamente porque el señor Sel- : 
. fridge quería que así fuese. ¿Por qué lo quería? 
Me sentía ya enfadado por el hecho de que buscaba 
en cada palabra, en cada-acto del señor Selfridge 
una significación secreta, un motivo misterioso. 
Por todas partes ólfateaba lazos. Ahora también... 
|. y, sin embargo, era, una cosa bien inocente el al- 
  
  
  
     
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
  
    
   
    
  
  
  
  
  
   
  
   
  
  
  
  
-. orzar juntos. Mas..., ¿para qué había necesidad : 
de aquello? Vera quizá pensaba en la misma cosa. 
Tal vez ella también pensaba en que todos sus ac- 
dos, toda su vida estaban gobernados por aquel 
hombre calvo, de barba negra y frondosa. Y me 
miraba con más amistad, presintiendo que yo tam- 
bién era una especie de esclavo del prestidigitador. 
Sobre su rostro veía yo de nuevo.la fatigada triste- 
- Za que había ya descubierto una vez. Y de repente, 
-Sin transición, me preguntó en voz baja: | 
 — Desde cuándo”se conocen ustedes? 
No era preciso que dijese su nombre, puesto que 
1 yo sabía de quién se trataba : 
   
 
	        
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