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q00- a 00 EUGENIO. HELTAI
—¿Desde cuándo conoce usted al señor Selfrid- -
-ge?—pregunté, únicamente por decir algo.
./.. —Desde ayer. Pero es un antiguo amigo de mi
padre, de la época.en SE los. dos eran unos pra S
diablos.
—¿ Su padre ha sido pobre?
Ella rió: j pea
—Como todo verdadero na ¿No ha cido
usted nunca contar su historia. , cómo se enrique-
ció? Los periódicos la han publicado miles de ve-
- ces. Haga usted. que se la cuente un día..
Quería ya pedirle a su padre y lo. hiciera, pero
la detuve:
No, nO..., a usted es a quien me gustaría, oírse.
la contar... :
—¡Oh! Yo... no sé contarla tan bien, 08 oficios
que ensayó, las veces que ayunara, cómo vivió en-
tre los indios y los buscadores de oro, que le rom-
pieron todos sus dientes en un altercado. En aque-
lla época tenía dinero y se hizo hacer unos dientes
de oro, y, como era un hombre vanidoso, en cada
diente hizo engarzar una piedra preciosa... El fué
quien inventó esa moda, y se sentía muy satisfecho
de ello. Cuando le terminaron la dentadura se ha-
-bía quedado sin un cuarto, y entonces se exhibió:
fué el hombre de los dientes de brillantes...; me *
asombra que no haya usted oído nunca hablar de
eso. Con aquellas exhibiciones ganó muchísimo di- :
nero; después emprendió nuevos negocios; viajó
por Africa y las islas del Océano Pacífico, sedu-
ciendo en todas partes a los indígenas y arrebatán-