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MN a SAA EUGENIO HELTAL
ocurrido muchas. “Veces... La última hace algunas
) semanas, en Budapest, en el Hotel Majestic... Re-
cuerdo que una noche se besaban en el cuarto in-
mediato y me sentí tan solo... Tú eras la que daba
besos, por culpa tuya lloré antes de conocerte... :
Se estremeció yy ocultó el rostro.
—-| Oh, es horrible!
Me cogió la mano, la acarició humildomaltós
como si quisiera pedirme perdón, confesándomelo
todo: ella era la que estaba en el cuarto inmediato,
no debía aborrecerla por haber dado besos mien-
tras yo lloraba al otro lado del tabique, pues no:
sabía que yo estaba allí, la obligaban a hacerlo...
Luego me besó con una ternura sumamente triste.
Me compadecía, y quizá se compadecía ella a sí
misma también, lamentándose de todo cuanto ya
_no podía dejar de haber sido y de lo que llamamos.
la vida. La atraje a mí y la besé, uniéndome con
ella enla tristeza y en la ternura. :
La desesperación volaba, por encima de nosotros
como un gran pájaro negro por encima de un
abismo sin flores. ¿Qué “sería de nosotros? ¿Cuán-
to tiempo podríamos seguir aún de aquel modo,
teniendo enlazadas nuestras manos, como dos ni-.
ños que ante el peligro se aprietan uno contra
otro? Callábamos, sin tener valor para movernos.
- De repente sonó el teléfono. Vera--se agarró de
mi brazo con un presentimiento de terror. Quería
hablar, pero mis labios se movían sin proferir so-
nido alguno. Yo no sabía qué hacer, y parecióme-
haber pasado una eternidad hasta que logré acer-