LA AUDIENCIA ROJA 89 
E Las horas me parecen interminables lejos de usted. 
Vuestro pensamiento no me abandona. El me guía en los 
momentos más terribles. 
Con un gesto que quería disimular su temblor, Jeanine 
cruzó las manos y preguntó : 
-—¿De dónde viene usted? ¿Qué ha hecho usted? 
Su voz, al contrario que la de él, testimoniaba el odio, 
el desprecio. Su timbre disonante le acusaba de los mayores 
crímenes, culpábale de todo, le hacía comprender que lo 
tenía por indigno y despreciable. 4 
—¿Que qué he hecho ?—dijo Tigris—. ¿Queréis saberlo, 
Jeanine? Sea. Escuchadme. ] 
Parecía reflexionar ; después añadió : 
—Me he defendido. 
—«a Defendido ? ; 
—Sí, y con todas mis fuerzas. Se me atacaba y la lucha 
ha sido peligrosa. Se pretendía asesinarme en la sombra. 
——¿ En la sombra ?—preguntó Jeanine. 
—Sí, en la sombra... Recurriendo a la astucia, escon- 
diéndose, disimulándose, obrando en el silencio. Entonces 
yo me he defendido cara a Cara y el rostro levantado. 
Se puso a reír y preguntó : 
-—Pero creo que os molesto, ¿no? 
—No; no me fastidia nada que se refiera a Tigris. 
—Q«¿Es cierto, Jeanine? 
—«á Pedéis dudarlo? 
—Debía, en efecto, dudarlo. Sí, yo lo pretendo. Pero de- 
jemos esto. Me amaréis, lo he jurado. Lo quiero. Y ya que 
os he interesado, os diré que hoy he visto la muerte de 
cerca. : 
— ¿Si? : AS 
Sí; yo, Jeanine. Mis adversarios habían creído llega- 
do el momento de dar buena cuenta de mí y enviarme a la 
guillotina. 
Sonrió al recuerdo de la terrible máquina. 
—Esto es una tontería. La lucha terminó con mi victoria. 
Jeanine no hablaba y continuaba con la cabeza baja, es- 
cuchando las palabras de su raptor. ¿Mentía? ¿Era sin-