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Sobre el «Patria», que estaba anclado fue-
ra de la bahía, se hacían alegremente los
preparativos de marcha. A bordo reinaba
extraordinaria animación, y muchos parien-
tes y amigos de los oficiales se habían tras-
ladado al crucero para saludarles.
Allí estaba también el ministro Hobhen-
fels en compañía de su hija, para despedirse
de su antiguo amigo el comandante y de su
sobrino. Ante los ojos de todo el mundo,
la despedida debía ser simplemente afec-
tuosa y cordial, porque debían aún ignorar
que el teniente Hohentels se despedía de
su prometida; pero el comandante, que era
de los iniciados, tuvo la habilidad de pro-
curar un breve coloquio á los dos amantes.
A poco se encontraron ambos en la cámara
del capitán y Bernardo tuvo entre sus bra-
zos la felicidad apenas conquistada para de-
jarla de nuevo.
-—No me hagas más penoso el momento
de la despedida, adorada Silvia—dijo él en
un tono que revelaba claramente el dolor
que le causaba aquella escena.—La novia