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>»—¡Ah! Ya sé. ¿Sois el hijo del soldado que mu-
rió en Donzy?—dijo el conde,
» —Sí¿ señor.
»—Pues bien, señor René—repuso el conde,
-0s doy de nuevo gracias por el servicio que me
prestasteis salvando á la condesa de tan gran pe-
ligro, y espero que me digáis francamente qué
puedo hacer én obsequio vuestro. Estoy á vues-
tra disposición.
»—Sois muy bueno, monseñor—contestó René,
»—Hablad, pues. ¿Qué deseáis ?—replicó, con ve-
-hemencia el conde.
»—Nada, monseñor.
»—Eso no basta. ¡Pero dio? ¿Nada puedo ha-
Cer? ¿Nada deseáis?
- »—¡Oh! sí—contestó René; ;—pero lo que deseo y,
- Quisiera ser, ni vos ni el mismo rey, cos
podéis dármelo.
-_»—¿No?—exclamó el conde con asombro.
»—No, señor—murmuró René cuya mirada cen-
telleó con altivez:—bien sabéis, monseñor, que ni
el mismo rey, puede hacer. un caballero.
XXXI
»Aprovechó. René la estupefacción que sus pala-
bras produjeron en el conde, la condesa y su
séquito para saludar por última vez y salir del.
círculo que se había formado á su alrededor.
- »—¡Qué joven más extraño !-—exclamó la condesa
al verle alejar. E
- »—En efecto—añadió el conde. —Ese . iuchaeho.
está loco ó tiene ambición para ser, mariscal de
Francia.
> mse alejó René á paso largo y, se fué al e
no meridional del bosque. , ,
»Era presa de una agitación febril que no le
e permitió apercibirse de. que su ropa chorreaba
aún agua del estanque Y que: Sada cubierto y +
pg. ee. ciervos.