Full text: El testamento de Grano de Sal (Bd. 3)

re PO) a 
>»—¡Ah! Ya sé. ¿Sois el hijo del soldado que mu- 
rió en Donzy?—dijo el conde, 
» —Sí¿ señor. 
»—Pues bien, señor René—repuso el conde, 
-0s doy de nuevo gracias por el servicio que me 
prestasteis salvando á la condesa de tan gran pe- 
ligro, y espero que me digáis francamente qué 
puedo hacer én obsequio vuestro. Estoy á vues- 
tra disposición. 
»—Sois muy bueno, monseñor—contestó René, 
»—Hablad, pues. ¿Qué deseáis ?—replicó, con ve- 
-hemencia el conde. 
»—Nada, monseñor. 
»—Eso no basta. ¡Pero dio? ¿Nada puedo ha- 
Cer? ¿Nada deseáis? 
- »—¡Oh! sí—contestó René; ;—pero lo que deseo y, 
- Quisiera ser, ni vos ni el mismo rey, cos 
podéis dármelo. 
-_»—¿No?—exclamó el conde con asombro. 
»—No, señor—murmuró René cuya mirada cen- 
telleó con altivez:—bien sabéis, monseñor, que ni 
el mismo rey, puede hacer. un caballero. 
XXXI 
»Aprovechó. René la estupefacción que sus pala- 
bras produjeron en el conde, la condesa y su 
séquito para saludar por última vez y salir del. 
círculo que se había formado á su alrededor. 
- »—¡Qué joven más extraño !-—exclamó la condesa 
al verle alejar. E 
- »—En efecto—añadió el conde. —Ese . iuchaeho. 
está loco ó tiene ambición para ser, mariscal de 
Francia. 
> mse alejó René á paso largo y, se fué al e 
no meridional del bosque. , , 
»Era presa de una agitación febril que no le 
e permitió apercibirse de. que su ropa chorreaba 
aún agua del estanque Y que: Sada cubierto y + 
pg. ee. ciervos. 
  
 
	        
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